Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
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-Sí -dijo John.<br />
-¿Le gusta Morton? -me preguntó ella con una simplicidad de tono y maneras<br />
casi infantiles.<br />
-Creo que llegará a gustarme. -¿Son aplicadas sus alumnas? -Sí.<br />
-¿Le gusta su casa? -Mucho.<br />
-¿Y los muebles? -También.<br />
-¿He acertado escogiendo a Alice Wood para servirla?<br />
-Ha acertado usted. Es afable y trabajadora dije a la joven, de cuya identidad ya<br />
no dudaba. Era la hija del acaudalado Oliver, y tan rica, por tanto, de dones de belleza<br />
como de fortuna. ¿Qué feliz combinación de planetas habría presidido su nacimiento?<br />
-Iré alguna vez a ayudarla -me dijo-. Siempre será un cambio para mí visitarla<br />
de vez en cuando, y me gusta mucho cambiar. Me he divertido mucho en S.... Mr.<br />
Rivers. La última noche estuve bailando hasta las dos de la madrugada. Hay allí un<br />
regimiento de guarnición y sus oficiales son amabilísimos. Dejan tamañitos a todos<br />
nuestros jóvenes fabricantes de cuchillos y comerciantes de ferretería.<br />
Los labios de John Rivers se contrajeron al escucharla. Separando la mirada de<br />
las margaritas, la volvió hacia la joven de un modo escrutador y severo. Ella<br />
correspondió con una sonrisa, que armonizaba muy bien con su juventud, con las<br />
rosas de sus mejillas y con la luz de sus ojos.<br />
Mientras él permanecía mudo y grave, ella volvió a acariciar al perro diciendo:<br />
-¡Cuánto me quiere el pobre Carlo! No es un ser frío y ajeno a sus amigos y, si<br />
supiese hablar, no permanecería mudo cuando le hablan.<br />
Mientras se inclinaba para acariciar la cabeza del animal, vi encenderse una<br />
llama en el rostro austero de Rivers. Sus ojos graves se llenaron de una emocionada<br />
luz. Así, sonrojado, brillante la mirada, parecía tan hermoso hombre como ella mujer.<br />
Su pecho se dilató, como si su gran corazón tratase de expandirse en él. Pero dominó<br />
sus impresiones, tal un jinete experto domina un potro fogoso, y no respondió con una<br />
palabra ni con un ademán.<br />
-Papá -continuaba la joven- dice que ya no va usted a vernos nunca. Él se<br />
encuentra esta noche solo y algo indispuesto. ¿Por qué no viene conmigo, para<br />
visitarle?<br />
-No es hora de visitar a nadie-dijo Rivers. -Cuando yo se lo digo, es que sí.<br />
Precisamente es la hora conveniente para papá, porque ya están cerrados los talleres y<br />
no tiene que ocuparse en negocios. Venga, Mr. Rivers. ¿Cómo está usted tan sombrío?<br />
-y como sólo la contestase el silencio, exclamó de pronto-: Perdone; no recordaba que<br />
no tiene usted motivos para sentirse alegre. Diana y Mary acaban de abandonarlo,<br />
Moor House está cerrada y usted se encuentra solo. ¡Ande, venga a ver a papá!<br />
-Esta noche, no, Miss Rosamond.<br />
Rivers hablaba como un autómata. Sólo él podía saber el esfuerzo que aquella<br />
negativa le exigiera.<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
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