Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
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La mujer abrió una puerta, desapareció por un pasillo, la sentí atizar la lumbre.<br />
Luego reapareció.<br />
vacío!<br />
-¡Ay, niñas -dijo al volver-, qué pena me da entrar en ese cuarto y ver aquel sillón<br />
Se secó los ojos con el delantal. Las dos muchachas se entristecieron.<br />
-¡Pero ahora está en otro mundo mejor! -continuó Hannah-. Más vale que se<br />
encuentre allí. ¡Todos quisiéramos morir tan serenamente como él!<br />
-¿No le habló de nosotros antes de fallecer? -inquirió una de las jóvenes.<br />
-No tuvo tiempo. Su pobre padre se había sentido un poco mal el día antes, pero no<br />
le dio importancia, y cuando el señorito John le preguntó si quería que enviase a buscar a<br />
una de ustedes, se puso a reír. Al día siguiente -hoy hace quince- volvió a sentir dolor de<br />
cabeza. Se durmió y no despertó más. Cuando el hermano de ustedes entró en la habitación,<br />
le encontró ya rígido.<br />
La vieja sirvienta, en el dialecto de la región, se extendió en consideraciones<br />
familiares, asegurando que Mary era el vivo retrato de su difunta madre y Diana más<br />
parecida a su padre, cosa que para mí resultaba incomprensible, pues las dos muchachas me<br />
parecían casi idénticas. Ambas eran esbeltas y bellas, ambas distinguidas, ambas tenían<br />
aspecto de muy inteligentes. Cierto que el cabello de una era algo más oscuro que el de la<br />
otra y que se lo peinaban de modo diferente: Mary, liso y con rayas; Diana, con<br />
tirabuzones.<br />
El reloj dio las diez.<br />
-Supongo -observó Hannah- que en cuanto venga su hermano desearán cenar.<br />
Y comenzó a preparar la cena. Las muchachas se fueron, probablemente al salón.<br />
Hasta entonces yo había estado tan atenta a observarlas, y tanto me habían interesado, que<br />
incluso me olvidé de mí misma. Pero ahora me acordé de mí, y mi situación, por el<br />
contraste, se me presentó más desolada y desesperada que nunca. Imposible impresionar a<br />
los moradores de la casa con el relato de lo que me sucedía; no me creerían, no me<br />
concederían albergue... Así pensaba mientras, vacilante, llamaba a la puerta. Hannah abrió.<br />
-¿Qué desea? -inquirió, sorprendida, examinándome a la luz de la bujía que llevaba<br />
en la mano. -¿Puedo hablar a una de las señoritas? -pregunté. -Mejor será que me diga a mí<br />
lo que fuera a decirles a ellas.<br />
-Soy forastera...<br />
-¿Y qué hace por aquí a estas horas?<br />
-Quisiera que me dieran albergue por esta noche, en el pajar o donde sea, y un poco<br />
de pan.<br />
En el rostro de Hannah se pintó la expresión de contrariedad que yo temía y<br />
aguardaba.<br />
-Le daré pan-dijo, tras una pausa-, pero albergue no es posible.<br />
-Déjeme hablar con sus señoritas.<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
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