Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
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pesar de lo vigoroso que éste era. Cierto que él hubiera podido inmovilizarla,<br />
descargándole un golpe violento, pero no intentaba más que sujetarla. Al fin logró<br />
tomarla por los brazos. Grace Poole le tendió una cuerda y Rochester ató a la espalda<br />
las muñecas de la loca, lo que realizó a despecho de las sacudidas y empellones que ella<br />
daba. Entonces, Rochester se volvió a los espectadores y les contempló con una sonrisa<br />
triste y amarga.<br />
-¡Esta es mi mujer! -exclamó-. Tales son las únicas relaciones que puedo<br />
mantener con ella. ¡Y ésta -añadió, poniendo su mano en mi hombro-, esta muchacha es<br />
la que yo deseaba tener, ésta que veis, grave y silenciosa en la misma boca del Infierno,<br />
contemplando sin perder la serenidad las gesticulaciones de ese demonio! ¡Aprecien la<br />
diferencia, Wood y Briggs! Comparen estos ojos límpidos con esos ojos inyectados en<br />
sangre, este rostro con esa máscara, y júzguenme, usted, sacerdote de Dios, y usted,<br />
hombre de leyes. Júzguenme y recuerden que como juzguen serán juzgados. Y ahora<br />
vámonos.<br />
Todos nos retiramos. Rochester se detuvo unos momentos más, dando órdenes a<br />
Grace. El procurador me habló cuando bajábamos la escalera.<br />
-Su tío, señorita -dijo-, celebrará saber que la hemos evitado un grave disgusto,<br />
si vive aún cuando Mr. Mason pase por Madera.<br />
-¿Mi tío? ¿Lo conoce usted?<br />
-Le conoce Mr. Mason. Mr. <strong>Eyre</strong> ha sido su corresponsal en Funchal durante<br />
varios años. Cuando su tío recibió la carta de usted notificándole su próxima boda con<br />
Mr. Rochester, Mr. Mason se hallaba en Madera para mejorar su salud antes de<br />
continuar a Jamaica. Mr. <strong>Eyre</strong> le habló del asunto, porque sabía que mi cliente era<br />
pariente de una persona llamada Rochester. Mr. Mason, tan asombrado y disgustado<br />
como usted puede suponer, le reveló cuál era el verdadero estado de cosas. Siento<br />
decirla que su tío padece ahora una enfermedad que, desgraciadamente, deja pocas<br />
esperanzas de curación. No podía, pues, venir a Inglaterra para impedir que usted<br />
cayese en la trampa que se le tendía, pero rogó a Mr. Mason que volviese y evitara el<br />
ilegal matrimonio. Mr. Mason consultó conmigo, que he puesto en el asunto todo<br />
interés. Celebro haber llegado a tiempo. Si no tuviera la certeza íntima de que su tío<br />
habrá fallecido, antes de que usted pudiera llegar a Madera, la aconsejaría que fuese allí<br />
con Mr. Mason, pero en el estado actual de cosas, creo que vale más que se quede en<br />
Inglaterra hasta que reciba noticias acerca de su tío. -Y preguntó a Mason-: ¿Tenemos<br />
algo más. que hacer aquí?<br />
-No, no, vámonos -contestó Mason apresuradamente.<br />
Sin despedirse de Rochester, ganaron la puerta de la casa. El sacerdote se detuvo<br />
algo más para dirigir algunas palabras, de reproche o reprimenda, a su perverso feligrés, y<br />
cumplido tal deber, se marchó.<br />
Le sentí bajar a través de la entornada puerta de mi habitación, a la que me había<br />
retirado. Corrí el cerrojo y procedí -sin lágrimas ni lamentos- a sustituir en mis maletas<br />
las ropas de boda por mis antiguos vestidos. Una vez hecho esto, me senté. Sentíame<br />
febril y fatigada. Apoyé los brazos en la mesa y descansé la cabeza sobre mis brazos.<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
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