Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
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de dominar mis sollozos, enjugar mis lágrimas y murmurar que no me encontraba bien<br />
aquella mañana, reanudé la tarea y logré concluirla. John entonces, apartó su libro y el mío<br />
y dijo:<br />
-Vamos a dar un paseo, <strong>Jane</strong>.<br />
-Bueno. Voy a llamar a Diana y a Mary.<br />
-No. No quiero que me acompañe nadie más que tú. Arréglate, sal por la puerta de<br />
la cocina y toma el camino de Marsh Clen. Te alcanzaré enseguida.<br />
Durante toda mi vida, yo no había sabido, ante los caracteres enérgicos y duros, tan<br />
distintos al mío, optar por el término medio, sino someterme del todo o rebelarme<br />
abiertamente. En mis relaciones con John siempre hasta entonces me había sometido, y sin<br />
deseo alguno de sublevarme, seguí sus instrucciones y, diez minutos después, caminaba a<br />
su lado por el abrupto sendero del valle.<br />
Soplaba desde los montes una brisa del Oeste, olorosa a juncos y brezos. El cielo era<br />
de un inmaculado azul. El río, lleno por las lluvias de primavera, fluía, sereno, en el fondo<br />
del valle, reflejando los dorados rayos del sol y los tonos de zafiro del firmamento.<br />
Dejamos el camino y avanzamos por un prado de hierba menuda, verde, esmaltada<br />
de minúsculas flores amarillas y blancas.<br />
-Quedémonos aquí -dijo John cuando alcanzamos la primera hilera de un batallón de<br />
rocas que guardaban una especie de paso que desembocaba cerca de una cascada. Más allá,<br />
la montaña aparecía desnuda de césped y flores y sólo malezas la vestían y riscos la<br />
adornaban.<br />
Me senté. John tomó también asiento a mi lado. Miró más allá del paso, contempló<br />
las aguas del río y luego volvió la vista al cielo sereno. Se quitó el sombrero, dejando que la<br />
brisa acariciase su cabello y besase sus sienes. Por la expresión de sus ojos se comprendía<br />
que estaba despidiéndose mentalmente de lo que le circundaba.<br />
-No volveré a ver esto más, sino en sueños -dijo-, cuando duerma a orillas del<br />
Ganges o de algún río más remoto aún.<br />
¡Extrañas palabras, que testimoniaban un extraño amor a su tierra natal! Durante<br />
media hora guardamos mutuo silencio. Al fin, él comenzó:<br />
-<strong>Jane</strong>: me voy dentro de seis semanas. Embarco en un navío que zarpa para la India<br />
el 20 de junio.<br />
-Dios te proteja, ya que lo haces a gloria suya -dije. -Sí -repuso-; ése es mi orgullo y<br />
mi alegría. Soy servidor de un señor infalible. No actúa bajo dirección humana, sujeto a las<br />
leyes imperfectas y a la errónea dirección de mis flacos semejantes. Mi rey, mi legislador,<br />
mi capitán es el Todopoderoso. Me asombra que los que me rodean no se alisten bajo el<br />
mismo estandarte, no se asocien a la misma empresa.<br />
-Todos no tienen tu energía. Sería una locura en el débil seguir los pasos del fuerte.<br />
-No pienso en los débiles: pienso en los que son dignos de la tarea y capaces de<br />
realizarla.<br />
-Pocos son y difíciles de encontrar.<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
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