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Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

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impresión la extrema sencillez de su vestido negro con un cuello blanco almidonado, su<br />

cabello liso y el monjil adorno de un rosario y un crucifijo. Tuve la certeza de que era<br />

Eliza aunque se parecía muy poco a la Eliza de mis recuerdos.<br />

La otra era Georgiana pero no la Georgiana de once años, la linda y delgada<br />

muchachita que yo evocaba. La actual era una opulenta joven, de amplias líneas, blanca<br />

como la cera, de hermosas y correctas facciones, lánguidos ojos azules y dorados rizos.<br />

Su vestido era negro también, pero absolutamente distinto del de su hermana. Una especie<br />

de luto estilizado.<br />

Ambas se levantaron al entrar yo y me saludaron llamándome «Miss <strong>Eyre</strong>». Eliza<br />

me dio la bienvenida con brusca, breve y cortada voz y sin una sonrisa, y luego dirigió la<br />

mirada al fuego y pareció olvidarse de mí. Georgiana añadió un «¿cómo está usted?»,<br />

varios tópicos acerca de mi viaje y el tiempo que hacía y una mirada con la que me<br />

examinó de pies a cabeza, deteniéndose en mi pelliza, de merino de color pardo. Ambas<br />

muchachas tenían una curiosa manera de hacerle comprender a una que era una infeliz sin<br />

que una sola de sus palabras o actos lo exteriorizasen.<br />

Pero el desprecio, encubierto o no, ejercía poca influencia entonces sobre mí.<br />

Hasta a mí me maravilló la naturalidad con que me senté entre mis dos primas, con<br />

absoluta indiferencia hacia el desprecio de la una y las irónicas amabilidades de la otra.<br />

Yo tenía otras cosas en qué pensar, placeres y dolores mucho mayores que experimentar y<br />

sufrir -sobre todo desde los últimos meses- y ellas no podían producirme ninguna<br />

impresión semejante, cualesquiera que fuesen sus propósitos en bien o en mal.<br />

-¿Cómo está Mrs. Reed? -pregunté a Georgiana. -¿Mrs...? ¡Ah, quiere usted<br />

decir mamá! Muy mal. Dudo mucho de que pueda usted verla esta noche.<br />

-dije.<br />

-Si tiene usted la atención de manifestarla que he venido, se lo agradeceré mucho<br />

Georgiana me miró con asombro.<br />

-Sé -proseguí- que tenía un particular interés en verme y no quiero aplazar el<br />

cumplimiento de su deseo más del tiempo imprescindible.<br />

-A mamá no le agradará que la molesten por la noche -intervino Eliza.<br />

Me levanté, cogí el sombrero y los guantes y dije que iba a preguntar a Bessie si<br />

Mrs. Reed estaba dispuesta o no a recibirme aquella noche. La despaché, pues, a<br />

averiguarlo y me preparé a adoptar ulteriores medidas. Si un año antes me hubiesen<br />

hecho una recepción de aquella clase en Gateshead, hubiera partido a la mañana<br />

siguiente. Pero ahora comprendía que ello, en esta ocasión, hubiese sido desacertado.<br />

Había hecho un viaje de cien millas para ver a mi tía y no debía separarme de su lado<br />

hasta que mejorase o muriera, sin preocuparme del orgullo y la insensatez de sus hijas.<br />

Me dirigí, pues, al ama de llaves y le pedí que me preparase un cuarto, advirtiéndola<br />

que quizá permaneciese allí una semana o dos. Llevaron mi equipaje a mi cuarto. Bessie<br />

apareció.<br />

-La señora está despierta -dijo-. La he dicho que ha venido usted. Venga y<br />

veremos si la reconoce.<br />

<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />

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