Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
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Lowood. Ahora haz lo que quieras. Escribe desmintiéndome, si te parece. Creo que has<br />
nacido para ser mi tormento; hasta en mi última hora he de ser torturada por el recuerdo<br />
de un mal que no debía cometer ni aun tratándose de ti.<br />
-Quisiera que no pensase más en ello, tía, y que me mirase con afecto.<br />
-Tienes muy malos instintos -repuso-, y aún hoy no comprendo cómo has sido<br />
capaz de permanecer nueve años en el colegio sin rebelarte.<br />
-Mis instintos no son tan malos como usted piensa. Soy vehemente, pero no<br />
vengativa. Durante mucho tiempo, mientras fui niña, hubiera deseado quererla mucho,<br />
si usted me lo hubiera permitido, y ahora deseo reconciliarme con usted. Béseme, tía.<br />
Aproximé mis mejillas a sus labios, pero no me tocó. Dijo que la ahogaba<br />
inclinándome así sobre la cama, y me pidió más agua. La incorporé para que bebiese y,<br />
al volverla a acostar, coloqué mis manos sobre las suyas, heladas, que se retiraron de mi<br />
contacto, mientras su apagada mirada esquivaba la mía.<br />
-Quiérame u ódieme, como desee -dije, al fin-. En uno u otro caso, la perdono de<br />
corazón. ¡Dios la perdone también!<br />
¡Pobre mujer! Era demasiado tarde para que cambiase de carácter. Me había<br />
odiado en vida y era, al parecer, inevitable que me odiara en su agonía.<br />
Entró la enfermera, seguida de Bessie. Permanecí en la estancia media hora más,<br />
esperando que mi tía diese algún indicio de alivio, pero no dio ninguno. Permaneció<br />
sumida en el habitual sopor y a medianoche falleció. Ni sus hijas ni yo estuvimos<br />
presentes para cerrar sus ojos. A la mañana siguiente nos dijeron que todo había<br />
terminado. Eliza entró a ver a su madre por última vez. Georgiana que estaba deshecha<br />
en llanto, dijo que no se atrevía. La antes robusta y enérgica Sarah Reed yacía rígida e<br />
inmóvil, con los párpados cerrados. En su entrecejo y sus duras facciones estaba<br />
impreso aún el sello de la inflexibilidad de su alma. Aquel cadáver me produjo un<br />
efecto extraño y solemne. Le miré con espanto y tristeza. Nada había en él que sugiriese<br />
imágenes suaves, de piedad o de esperanza.<br />
Eliza miró a su madre con serenidad. Después de algunos minutos de silencio,<br />
comentó:<br />
-Tenía una constitución muy robusta y hubiera vivido mucho más a no haber<br />
abreviado su existencia los disgustos.<br />
Su boca se contrajo por un momento. Luego salió del cuarto y yo la seguí.<br />
Ninguna de las dos habíamos vertido una sola lágrima.<br />
XXII<br />
Mr. Rochester me había concedido una semana de permiso, pero pasó un mes<br />
antes de que yo abandonase Gateshead. Pretendí irme en seguida de los funerales, mas<br />
Georgiana me obligó a estar con ella hasta su marcha a Londres, donde al fin había sido<br />
invitada por su tía Gibson, que acudió para arreglar los asuntos familiares. Georgiana<br />
afirmaba que temía quedar sola con Eliza porque no podía contar para nada con su<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
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