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Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

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Me miró fijamente, apretando los labios. No era posible discernir si se sentía<br />

furiosos o sorprendido, tal era el dominio que ejercía sobre su aspecto.<br />

-No hubiera esperado eso de ti -repuso-, ni creo haber hecho nada digno de<br />

desprecio.<br />

Me sentí afectada por su acento.<br />

-Perdóname estas palabras, John, pero tú tienes la culpa de que te haya hablado<br />

tan rudamente. Has introducido en nuestra charla un tema que será siempre la manzana<br />

de discordia entre nosotros: el tema del amor, del que cada uno tenemos una opinión<br />

opuesta. Querido primo, olvida tu proyecto de matrimonio.<br />

-No -contestó-, porque es un proyecto en el que pienso hace mucho y el único<br />

modo de realizar mis grandes propósitos. Pero por el momento no insisto. Mañana me<br />

voy a Cambridge, a despedirme de los amigos que tengo allí. Estaré fuera durante<br />

quince días. Reflexiona entretanto y no olvides que, si me rechazas, a quien rechazas no<br />

es a mí, sino a Dios. Por mi intermedio Él te ofrece una noble actividad, y para<br />

desempeñarla necesitas ser mi mujer. Al negarte te condenas a seguir un camino de<br />

egoísta calma y de ceguedad moral. Y en ese caso debes contarte en el número de los<br />

que han renegado de su fe y deben ser considerados peores que infieles. Se volvió y una<br />

vez más:<br />

Miró el monte, miró el río...<br />

De regreso a casa, juntos, yo leía perfectamente en su silencio lo que sentía hacia<br />

mí: la contrariedad de un temperamento austero y despótico que encuentra resistencia<br />

donde esperaba hallar sumisión, la desaprobación de un carácter frío e inflexible que<br />

encuentra sentimientos y puntos de vista con los que no puede simpatizar. En resumen:<br />

como hombre hubiera deseado reducirme a su obediencia, aunque como cristiano era<br />

paciente ante mi contumacia y me daba un largo plazo para reflexionar y arrepentirme.<br />

Aquella noche, después de besar a sus hermanas, ni siquiera me estrechó la mano<br />

y abandonó el cuarto en silencio. Yo, que aunque no le amaba, le apreciaba mucho, me<br />

sentí tan afectada, que las lágrimas brotaron de mis ojos.<br />

-Veo que has disputado con John durante vuestro paseo -dijo Diana-. Pero oye:<br />

está esperándote en el pasillo. Quiere rectificar.<br />

En tales circunstancias, no suelo ser orgullosa. Prefiero sentirme feliz que<br />

mantenerme altiva. Salí al pasillo y encontré a mi primo al pie de la escalera.<br />

-Buenas noches, John-dije.<br />

-Buenas noches, <strong>Jane</strong> -contestó, con calma. -Estrechémonos la mano -añadí.<br />

¡Qué fríamente oprimió mis dedos! Estaba disgustado por lo de aquel día, y ni le<br />

afectaba la cordialidad ni le conmovían las lágrimas. Ni aún a través de sonrisas y frases<br />

afectuosas cabía reconciliarse con él. No obstante, como cristiano era paciente y sereno,<br />

y así, cuando le pregunté si me perdonaba, replicó que nunca recordaba las ofensas que<br />

le hacían, y que no tenía por qué perdonarme puesto que yo no le había ofendido.<br />

Y tras estas palabras, se fue. Yo hubiera preferido casi que me golpeara a que<br />

observase una actitud tan fría.<br />

<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />

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