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Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

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Corrieron la cortina de la arcada y apareció el comedor, esplendoroso con los<br />

servicios de postre, de plata y cristal. Un grupo de señoras entró en el salón y la cortina<br />

cayó otra vez tras ellas.<br />

Aunque sólo fuesen ocho, la magnificencia de su aspecto daba la impresión de<br />

que eran muchas más. Algunas eran muy altas, varias vestían de blanco, y la<br />

esplendidez de los adornos de todas las embellecía como una neblina embellece la luna.<br />

Me levanté cortésmente. Unas pocas correspondieron inclinando la cabeza; otras se<br />

limitaron a mirarme.<br />

Se esparcieron por el salón. La gracia y ligereza de sus movimientos las<br />

asemejaba a una bandada de pájaros blancos. Algunas se acomodaron en lánguidas<br />

posturas en los sofás y otomanas, y otras se inclinaron sobre las mesas para examinar<br />

los libros y las flores. Las demás se agruparon en torno al fuego y comenzaron a hablar<br />

en el tono de voz bajo y claro que parecía serles habitual. Oyéndolas, me enteré de sus<br />

nombres.<br />

Mrs. Eshton había sido sin duda hermosa y aún estaba muy bien conservada. La<br />

mayor de sus hijas, Amy, era menuda, infantil de rostro y modales y de sugestivas<br />

formas. La menor, Louisa era más alta y más elegante de tipo. Tenía una cara bonita, de<br />

esas que los franceses llaman minois chiffonné. Las dos hermanas eran blancas como<br />

lirios.<br />

Lady Lynn era alta y gruesa. Representaba unos cuarenta años, erguida y<br />

altanera. Vestía un magnífico traje de raso, y su negro cabello estaba adornado con una<br />

pluma azul celeste y con una diadema incrustada de joyas.<br />

La esposa del coronel Dent era menos brillante, pero me pareció más señorial.<br />

Su rostro era agradable y pálido y tenía el cabello rubio. Su sobrio vestido de raso<br />

negro, con adornos de perlas, me agradó más que la opulencia de la anterior señora.<br />

Pero las más distinguidas entre todas -tal vez porque eran las más altas-<br />

resultaban la viuda Lady Ingram y sus hijas Blanche y Mary. Para ser mujeres, tenían<br />

muy aventajada estatura. La viuda debía de contar de cuarenta a cincuenta años. Sus<br />

formas se mantenían aún proporcionadas, su cabello todavía negro (al menos a la luz de<br />

las bujías) y sus dientes perfectos. La mayoría de los hombres hubiesen dicho de ella<br />

que era una espléndida mujer madura y, físicamente hablando, sin duda habrían<br />

acertado, pero emanaba de su aspecto una altivez casi insoportable. Tenía las facciones<br />

de una matrona romana. Una amplia sotabarba se unía a una garganta robusta como una<br />

columna. Sus facciones rebosaban orgullo y su barbilla adoptaba una posición<br />

exageradamente erecta. Sus ojos, orgullosos y duros, me recordaban los de mi tía Reed.<br />

Hablaba doctoralmente, con un tono de superioridad inaguantable. Un vestido de<br />

terciopelo carmesí y un turbante-chal de manufactura india la investía (según imagino<br />

que ella se figuraba) de una dignidad casi imperial.<br />

Blanche y Mary eran de la misma estatura: altas y erguidas como álamos. Mary era<br />

demasiado delgada para su altura, pero Blanche, en cambio, tenía los perfectos contornos<br />

de una Diana. La miré con especial interés. Deseaba ver si su aspecto respondía a la<br />

descripción de Mrs. Fairfax, si se asemejaba a la miniatura mía y si respondería al gusto<br />

que yo me imaginaba que debía ser el de Mr. Rochester.<br />

<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />

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