12.05.2013 Views

Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

perro leal, que siente hacia mí. No obstante, probablemente acabará perdiendo la razón por<br />

completo. Mi padre y mi hermano Rowland conocían todo esto, pero no pensaron más que<br />

en las treinta mil libras y se pusieron de acuerdo para hacerme contraer aquel matrimonio.<br />

»Aun descubiertas estas cosas, yo, pese a la ocultación que representaban, no había<br />

reprochado nada a mi mujer. Pero su carácter era absolutamente opuesto al mío, sus gustos<br />

discrepantes de los que yo tenía. Su mentalidad baja, vulgar, mezquina, era incapaz de<br />

comprender nada grande. Pronto encontré imposible pasar una velada, ni siquiera una hora,<br />

a su lado y sentirme a gusto. Entre nosotros no cabía una conversación agradable. A cuanto<br />

yo hablaba respondía con contestaciones groseras y chabacanas, perversas y estúpidas.<br />

Ningún criado paraba en la casa, porque no podían soportar los arrebatos de mal carácter de<br />

mi mujer, sus abusos ni sus órdenes absurdas y contradictorias. Con todo, yo devoraba mi<br />

disgusto, procurando ocultar la antipatía que ella me inspiraba.<br />

»No quiero disgustarte con detalles odiosos, <strong>Jane</strong>; vale más resumir. Viví con esa<br />

mujer más de cuatro años y en tal lapso su perverso carácter y sus malas inclinaciones se<br />

desarrollaron con increíble rapidez. Bertha Mason, digna hija de una madre degenerada, me<br />

hizo sufrir todas las torturas, todas las agonías que cabía esperar de su temperamento<br />

inmoderado y vicioso.<br />

»Mi hermano había muerto entre tanto y, al final de aquellos cuatro años, mi padre<br />

murió también. Yo era rico, aunque espiritualmente pobre, puesto que sufría la odiosa<br />

miseria de soportar la compañía del ser más degradado y abominable que conociera jamás,<br />

y que era mi esposa ante la ley. Ni siquiera podía librarme de ella por procedimientos<br />

legales, porque los médicos acababan de descubrir que estaba loca. Sus excesos habían<br />

acelerado su insania... Pero veo, <strong>Jane</strong>, que mi narración te deprime. ¿Prefieres que la<br />

terminemos otro día?<br />

-No, terminemos ahora. Me da usted mucha lástima. -Algunas personas, <strong>Jane</strong>,<br />

consideran ofensivo que les tengan lástima, porque cierta clase de compasión -la que<br />

experimentan los corazones endurecidos y egoístas- es una híbrida mezcla de disgusto por<br />

lo que les disgusta y de satisfacción por el mal ajeno. Pero tu piedad no es de esa especie: lo<br />

siento en la expresión de tus ojos, en el temblor de tus manos, en los latidos de tu corazón.<br />

Tu compasión hacia mí, querida, es hija de tu amor y la acepto con los brazos abiertos.<br />

-Continúe. ¿Qué hizo usted cuando supo que su mujer estaba loca?<br />

-Me hallaba al borde de la desesperación. A los ojos del mundo yo estaba<br />

evidentemente cubierto de deshonor, pero resolví absolverme ante mí mismo rompiendo<br />

todo lazo con ella. La sociedad unía mi nombre al suyo, yo la veía a diario, respiraba el aire<br />

que su aliento contaminaba y, además, era su esposo -lo que me resultaba más odioso que<br />

nada- y sabía que mientras viviera, no podría unirme a una mujer mejor que ella. Tenía<br />

cinco años más que yo -su familia me había ocultado ese detalle-, pero físicamente estaba<br />

tan robusta como mentalmente enferma. De modo que, a los veintiséis años de edad, yo era<br />

un hombre desesperado.<br />

»Una noche me despertaron sus aullidos. (Desde que fuera declarada loca la<br />

teníamos encerrada, naturalmente.) Era una bochornosa noche antillana, y se sentía en el<br />

ambiente caliginoso la proximidad de un huracán. No pudiendo dormir, me levanté y abrí la<br />

ventana. El aire tormentoso olía a azufre. Infinitos mosquitos invadieron mi cuarto. Se oía<br />

el rumor del mar como un terremoto, negras nubes cubrían el cielo y la luna, roja y enorme<br />

<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />

196

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!