12.05.2013 Views

Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

laureles y que terminaba en un gigantesco castaño rodeado de un asiento circular conducía al<br />

extremo del seto. El silencio era absoluto, la sombra grata. Mas apenas había caminado<br />

algunos pasos me detuve al percibir cierta cálida fragancia en el ambiente. No procedía de los<br />

rosales silvestres, ni de los abrótanos, jazmines, claveles y rosas que colmaban el jardín. No:<br />

aquel nuevo aroma era el del cigarro de Mr. Rochester.<br />

Miré a mi alrededor y escuché. Vi árboles cargados de fruta y oí trinar a un ruiseñor,<br />

pero no distinguí ninguna forma humana ni sentí paso alguno. Sin embargo, el aroma se hacía<br />

más intenso. Debía marcharme. Me dirigí a un portillo que daba al campo y en aquel<br />

momento divisé a Mr. Rochester. Me detuve, procurando pasar disimulada bajo la hiedra que<br />

cubría el muro. Mr. Rochester seguramente no estaría mucho tiempo allí y, si yo me quedaba<br />

donde estaba, podía pasar inadvertida.<br />

Pero aquel antiguo jardín era tan agradable para él como para mí. Lo recorría<br />

lentamente, parándose de vez en cuando, ora para contemplar las parras cargadas de uvas<br />

grandes como ciruelas, ora para coger una cereza o para contemplar una flor. Una enorme<br />

libélula voló a mi lado, se detuvo en una planta a los pies de Rochester y éste se inclinó a fin<br />

de examinarla.<br />

«Ahora está de espaldas a mí -pensé-; acaso, si me deslizo en silencio, pueda irme sin<br />

que me oiga.» Avancé sobre la hierba, queriendo evitar que mis pasos sobre la arena me<br />

traicionaran. Cuando pasé a una vara o dos de él, que parecía absorto en contemplar la<br />

libélula, dijo, sin volverse:<br />

-Venga a ver esto, <strong>Jane</strong>.<br />

No había hecho ruido, él no me dirigía la mirada. ¿Cómo sabía que yo me<br />

hallaba allí? Me detuve y al fin me acerqué a él.<br />

-Mire qué alas tiene -dijo-. Parece un insecto de las Antillas. Nunca he visto<br />

ninguno tan grande y hermoso en Inglaterra. ¡Ah, ya vuela!<br />

La libélula se había ido. Yo inicié también la retirada, pero Rochester me<br />

siguió. Al llegar al portillo dijo: -Quedémonos. Es lamentable permanecer en casa en<br />

una noche tan hermosa como ésta. ¿A quién puede complacerle acostarse a esta hora?<br />

Vea: mientras la última claridad del crepúsculo brilla a lo lejos, por el otro extremo<br />

del horizonte nace la luna.<br />

Uno de mis defectos es que, aunque habitualmente tengo la lengua pronta para<br />

cualquier respuesta, en ocasiones no sé encontrar palabras adecuadas con que negarme<br />

a algo, y ello coincide siempre con los momentos en que más precisaría un pretexto<br />

plausible. No me agradaba pasear a solas a aquellas horas con Mr. Rochester por el<br />

huerto, pero no supe cómo excusarme. Le seguí con lentos pasos, pensando en el<br />

modo de librarme de aquella complicación. Pero él parecía tan sereno y grave, que me<br />

avergoncé de mis temores.<br />

-<strong>Jane</strong> -comenzó cuando íbamos por el sendero entre laureles hacia el castaño<br />

rodeado de un banco-, ¿verdad que Thornfield es un sitio muy agradable en verano?<br />

-Sí, señor.<br />

-Usted debe de sentir cierto cariño a la casa, porque tiene usted muy<br />

desarrollada su capacidad afectiva y sabe apreciar lo bello.<br />

<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />

160

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!