Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
-Tienes razón. Por eso, cuando se encuentran, debe exhortárseles a que se unan al<br />
esfuerzo común, hacerles oír las palabras de Dios, ofrecerles un puesto entre los elegidos.<br />
-¿No crees que los aptos para esa labor se ofrecerían a ella espontáneamente si les<br />
llamara a ella la voz de su corazón?<br />
Sentí la impresión de que un sortilegio se abatía sobre mí y temblé al pensar que iba<br />
a oír las palabras fatales que ratificarían el hechizo.<br />
-¿Y qué dice la voz de tu corazón? -preguntó John. -Mi corazón permanece mudo,<br />
mudo... -respondí, estremecida.<br />
-Yo hablaré entonces por él. <strong>Jane</strong>: ven conmigo a la India para ser mi compañera y<br />
mi colaboradora.<br />
Los campos, el cielo, los montes giraron en torno mío. Me parecía escuchar una<br />
llamada del cielo, las palabras de un iluminado... Pero yo no era un apóstol, no podía<br />
atender la llamada.<br />
-¡John! -exclamé-. ¡Ten piedad de mí!<br />
Apelaba a la piedad de un hombre que, en cumplimiento de lo que creía su deber, no<br />
conocía la piedad ni el remordimiento. Continuó:<br />
-Dios y la naturaleza te han creado para ser la esposa de un misionero. No te han<br />
sido otorgadas dotes físicas, sino espirituales. No estás hecha para el amor, sino para la<br />
labor. Debes ser la esposa de un misionero, y serás la mía. Te reclamo, no en nombre de mi<br />
placer personal, sino en el de mi Soberano.<br />
-No sirvo para eso. No tengo vocación -dije.<br />
No se irritó. Tenía previstas las primeras objeciones. Se apoyó contra la roca que<br />
había a su espalda, cruzó los brazos y me miró con serenidad. Comprendí que estaba<br />
preparado para una oposición tenaz y dispuesto a vencerla.<br />
-La humildad, <strong>Jane</strong>, es la principal de las virtudes cristianas --dijo-. En tal sentido,<br />
haces bien en contestar que no sirves para eso. Pero ¿qué crees que hace falta para servir?<br />
¿Quién de los que realmente han sido llamados por Dios se ha creído digno de la llamada?<br />
Yo, por ejemplo, no soy sino polvo y ceniza. Como San Pablo, me considero el mayor de<br />
los pecadores, pero la convicción de mi insignificancia personal no me aparta de la tarea.<br />
Dios es infinitamente bueno y poderoso y cuando elige un débil instrumento para una labor<br />
grandiosa, Él proveerá a lo que falte. Piensa como yo, <strong>Jane</strong>, y acertarás.<br />
-No estoy capacitada para una vida misionera. Nunca he estudiado los trabajos de<br />
las misiones.<br />
-En eso, por humilde que yo pueda ser, me cabe ayudarte. Te mostraré tu tarea, hora<br />
a hora, te ayudaré siempre que lo necesites. Eso sólo al principio, porque conozco tu<br />
capacidad y pronto serás tan apta como yo mismo y no necesitarás mi ayuda.<br />
-¿Mi capacidad? ¿Dónde está mi capacidad para tal empresa? Mientras me hablas,<br />
nada en mi interior me aconseja, ninguna luz me alumbra. Quisiera que comprendieses lo<br />
que pasa en mi alma en este momento en que tú me llamas a una tarea que yo no puedo<br />
desempeñar.<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
254