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Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

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La cocina, la despensa, el cuarto de estar de los criados, el vestíbulo, se hallaban<br />

siempre animados, y los aposentos no quedaban vacíos más que cuando el cielo azul y<br />

el sol brillante invitaban a pasear a los huéspedes de la casa. Cuando el tiempo cambió y<br />

se sucedieron días de continua lluvia, la jovialidad general no disminuyó por eso. Los<br />

entretenimientos de puertas adentro se intensificaron al disiparse la posibilidad de<br />

divertirse fuera.<br />

Yo ignoraba el significado de la frase «jugar a las adivinanzas» que oí sugerir<br />

una tarde a alguien que deseaba cambiar las distracciones habituales. Se llamó a los<br />

criados, se separaron las mesas del comedor, las luces se colocaron de otra forma y las<br />

sillas se situaron en semicírculo. Mientras Mr. Rochester y los demás caballeros<br />

dirigían estos arreglos, las damas corrían de un lado a otro llamando a sus doncellas. Se<br />

avisó a Mrs. Fairfax y se la interrogó sobre las existencias de chales, vestidos o telas de<br />

cualquier clase que se hallasen en la casa. Se registró el tercer piso y las doncellas<br />

bajaron con brazadas de viejos brocados, faldas, lazos y toda clase de antiguas telas. Se<br />

hizo una selección de todo, y lo que pareció útil se llevó a la sala.<br />

Entretanto, Mr. Rochester reunió a las señoras a su alrededor y eligió cierto<br />

número de ellas y de caballeros. -Miss Ingram me pertenece, desde luego -dijo. Después<br />

nombró a las señoritas Eshton y a Mrs. Dent. También me miró a mí. Yo estaba cerca<br />

de él, ayudando a Mrs. Dent a sujetar un broche que se le había soltado.<br />

-¿Quiere usted jugar? -me preguntó Rochester. Denegué con la cabeza y él no<br />

insistió. Satisfecha de haber obrado con acierto, volví tranquilamente a mi rincón.<br />

Rochester y sus auxiliares se retiraron más allá de la cortina. Mr. Dent y los<br />

suyos se acomodaron en el grupo de sillas colocadas en forma de media luna. Uno de<br />

los caballeros, Mr. Eshton, cuchicheó al oído de los demás. Debía proponer que se me<br />

invitara a unirme a ellos, porque oí decir instantáneamente a Lady Ingram:<br />

-No. Me parece que es lo bastante estúpida para no saber jugar a nada.<br />

Sonó una campanilla y se corrió la cortina. Bajo la arcada apareció la corpulenta<br />

figura de Sir George Lynn envuelto en una sábana blanca. Ante él, en una mesa, había<br />

un libro grande, abierto, y a su lado se vía a Amy Eshton, vestida con un abrigo de Mr.<br />

Rochester y con otro libro en la mano. Alguien a quien no veíamos tocó otra vez la<br />

campanilla, y Adèle, que había insistido en ayudar a su protector, apareció esparciendo<br />

en su torno el contenido de una cesta de flores que llevaba al brazo. En seguida surgió<br />

la majestuosa figura de Miss Ingram, vestida de blanco, con un largo velo y una<br />

guirnalda de rosas en torno a la frente. Mr. Rochester iba a su lado. Ambos avanzaron<br />

hasta la mesa y se arrodillaron, mientras Mrs. Dent y Louisa Eshton, también vestidas<br />

de blanco, les flanqueaban. Siguió una pantomima muda, en la que era fácil reconocer<br />

un simulacro de matrimonio. Cuando concluyó, el coronel Dent consultó a los que<br />

estaban con él, y tras un breve cuchicheo exclamó: -¡Matrimonio!<br />

Mr. Rochester se inclinó, asintiendo, y la cortina cayó. Transcurrió un largo<br />

intervalo. Al alzarse el cortinaje, reveló una escena mejor preparada que la anterior. Se<br />

veía en primer término un gran pilón de mármol, que reconocí como perteneciente al<br />

invernadero, donde solía hallarse rodeado de plantas exóticas y conteniendo algunos<br />

pececillos dorados. Sin duda debía de haber costado trabajo transportarlo, atendidos su<br />

volumen y peso.<br />

<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />

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