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Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

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En aquel momento sobrevino un incidente de aquellos que prueban la verdad<br />

del adagio de que las desgracias nunca vienen solas y que demuestran que siempre<br />

queda algo más que libar en la copa de la amargura, John entró leyendo una carta.<br />

-Parece que desaprueba usted algo -dije. -El tío John ha muerto -dijo.<br />

Las hermanas parecieron impresionarse, pero sin quedar afectadas, como si se<br />

tratase de algo más inesperado que aflictivo.<br />

-¿Muerto? -repitió Diana. Dirigió una mirada a su hermano.<br />

-¿Y entonces, John? -preguntó, en voz baja. -Entonces, ¿qué? -dijo él con el<br />

rostro impasible como el mármol-. Entonces, nada... Lee.<br />

Le echó la carta en la falda. Diana la leyó en silencio y se la pasó a Mary,<br />

quien después de leerla, la devolvió a su hermano. Los tres se miraron y los tres<br />

sonrieron, pensativos.<br />

-Amén. No vamos a morirnos por eso - dijo Diana. -Después de todo, hemos<br />

quedado como estábamos antes -observó Mary.<br />

-Unicamente ocurre que resulta fuerte el contraste de lo que podía haber sido<br />

con lo que es -comentó John Rivers.<br />

Colocó la carta en el escritorio y salió.<br />

Tras algunos minutos de silencio, Diana se volvió a mí. -Te asombrarán estos<br />

misterios, <strong>Jane</strong>, y nos considerarás insensibles viendo cómo acogemos la muerte de un<br />

tío -dijo-. Pero no le hemos visto nunca. Era hermano de mi madre. Mi padre y él riñeron<br />

hace mucho. Por consejo suyo, mi padre había invertido la mitad de sus bienes en una<br />

especulación que le arruinó. Hubo recriminaciones mutuas, se separaron disgustados y no<br />

volvieron a verse. Mi tío tuvo suerte después en sus negocios y parece que ganó veinte mil<br />

libras. No se casó nunca, ni tenía más parientes que nosotros y otro, no más cercano. Mi<br />

padre esperaba que el tío nos dejase sus bienes, pero esta carta nos informa de que los ha<br />

dejado íntegros a ese otro pariente, excepto treinta guineas que nos lega a los tres para<br />

lutos. Desde luego, tenía perfecto derecho a hacer lo que quisiera, pero siempre impresiona<br />

un poco recibir noticias de éstas. Mary y yo nos habríamos considerado ricas con mil libras<br />

cada una y John hubiera sido feliz con análoga cantidad, porque hubiera podido hacer<br />

mucho bien con ella.<br />

Tras esta explicación, pasamos a otro tema y no se insistió más en aquél. Al día<br />

siguiente me instalé en Morton, y al otro Diana y María partieron para B... Una semana<br />

después, John Rivers y Hannah se presentaron en la rectora y la vieja granja quedó<br />

abandonada.<br />

XXXI<br />

Mi casa -al fin había encontrado una casa- era un pabelloncito con las paredes<br />

encaladas y el suelo de arena apisonada. Contenía cuatro sillas y una mesa, un reloj, un<br />

aparadorcito con dos o tres platos y tazas y un servicio de té. En el piso alto había una<br />

alcoba de las mismas dimensiones que la cocina, con un lecho y una pequeña cómoda,<br />

<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />

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