Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
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-Me parece que ni la vida de usted está segura mientras ella continúe aquí.<br />
-No tema. Ya me preocupo de mí también.<br />
-¿Se ha alejado el peligro que temía anoche, señor? -No respondo de ello mientras<br />
Mason no esté fuera de Inglaterra... y entonces tampoco. La vida para mí, <strong>Jane</strong>, consiste en<br />
permanecer sobre el cráter de un volcán dormido que puede cualquier día entrar en<br />
erupción.<br />
-Pero Mason me parece una persona dócil. Usted influye mucho sobre él y no creo<br />
que le dañe o le perjudique en nada.<br />
-¡Oh, no desconfío de Mason! El peligro está en que, sin querer, pronuncie alguna<br />
palabra que me costara, si no la vida, al menos la felicidad.<br />
-Dígale que sea precavido, hágale comprender los temores que usted siente y<br />
adviértale del peligro.<br />
Él rió sarcásticamente, tomó mi mano y la apretó contra su pecho.<br />
-Si eso fuera posible, bobita, ¿dónde estaría el peligro? Desaparecería<br />
instantáneamente. A Mason, desde que le conozco, me basta decirle «Haz esto», para que lo<br />
haga en el acto. Pero en este caso, no cabe hacer nada. Parece usted confundida y se<br />
confundirá más aún si... Usted es amiga mía, ¿no?<br />
-Deseo serle útil y servirle en todo lo que sea razonable, señor.<br />
-Ya lo he visto. Me parece apreciar verdadera satisfacción en todo su aspecto<br />
cuando usted me ayuda en algo, trabaja para mí y me complace en cuanto, como usted dice,<br />
«es razonable». Estoy seguro de que si la pidiera algo que no fuese razonable, mi amiga no<br />
huiría de mí, ni sentiría alegría, ni se pondría encarnada y le brillarían los ojos. No; mi<br />
amiga, en un caso así, se volvería hacia mí, serena y pálida, y me diría: «No, señor, porque<br />
no es razonable». Y permanecería tan inmutable como una estrella fija... En fin: usted<br />
puede influir en mí y hasta herirme aunque no la mostrara mi lado vulnerable.<br />
señor.<br />
-Si no tuviese usted que temer a Mr. Mason más que a mí, bien seguro estaría usted,<br />
-¡Ojalá fuera así! Vamos a sentarnos en ese banco, <strong>Jane</strong>. Adosado a la tapia había un<br />
banco bajo un dosel de hiedra. Se sentó y me hizo sitio. Pero yo permanecí en pie. -Siéntese<br />
-dijo-. El banco es suficiente para los dos. ¿Acaso teme sentarse a mi lado? ¿Se trata de una<br />
cosa irrazonable?<br />
Mi contestación fue sentarme. Comprendí que no había motivo para la negativa.<br />
-Ahora, amiguita mía, mientras el sol bebe el rocío, mientras se abren las flores<br />
de este viejo jardín, mientras los pájaros levantan el vuelo a fin de buscar comida para<br />
sus crías, voy a exponer a usted un caso que..., pero antes míreme y dígame si encuentra<br />
mal que la retenga o no le agrada permanecer aquí.<br />
-No, señor. Estoy satisfecha.<br />
-Entonces, <strong>Jane</strong>, llame en su ayuda a su imaginación y suponga que no es usted<br />
una muchacha bien educada y disciplinada, sino una niña caprichosa y mimada desde la<br />
niñez. Imagínese viviendo en un lejano país extranjero y dé por hecho que hubiera<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
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