Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
-¿Te decides ahora? -preguntó, con gentileza, atrayéndome suavemente hacia sí.<br />
¡Oh, qué fuerza había en su amabilidad! Yo podría resistir a John airado, pero amable era<br />
irresistible para mí.<br />
-Me decidiría -repuse- si estuviera segura de que es voluntad divina que me case<br />
contigo. Entonces lo haría ahora mismo, pasara después lo que pasase.<br />
-¡Mis oraciones han sido escuchadas! -exclamó John.<br />
Oprimió mi cabeza con su mano, como si me reclamase, y su brazo ciñó mi cintura,<br />
casi como si me amara. Y digo casi, porque bien sabía yo, al hacerlo, no pensaba en el amor<br />
y sí sólo en el deber. En cuanto a mí, sentíame sinceramente inclinada a realizar lo que ya<br />
consideraba acertado, a seguir el camino que me condujera al cielo. Estaba más excitada<br />
que lo estuviera nunca. El lector juzgará si lo que siguió fue o no efecto de mi excitación.<br />
La casa estaba en silencio, porque todos, menos John y yo, debían de haberse<br />
acostado. La bujía se había extinguido y la luz de la luna inundaba la estancia. Yo oía los<br />
apresurados latidos de mi propio corazón. Súbitamente, experimenté una sensación extraña,<br />
que hizo temblar mi cuerpo de pies a cabeza. No fue precisamente como una descarga<br />
eléctrica, sino algo agudo, extraño, estimulante, que despertó mis sentidos cual si hasta<br />
entonces hubiesen permanecido aletargados. Permanecí con ojos y oídos atentos, sintiendo<br />
un temblor que penetraba mi carne hasta la médula.<br />
-¡<strong>Jane</strong>! ¿Qué has visto, qué has oído? -preguntó John.<br />
Yo no veía nada, pero percibí claramente una voz que murmuraba:<br />
-¡<strong>Jane</strong>, <strong>Jane</strong>, <strong>Jane</strong>! No oí más.<br />
-¡Oh, Dios mío! ¿Qué es esto? -balbucí.<br />
En vez de qué, debía haber preguntado dónde, porque ciertamente no sonaba ni en el<br />
cuarto, ni encima de mí. Y sin embargo era una voz, una voz inconfundible, una voz<br />
adorada, la voz de Edward Fairfax Rochester, hablando con una expresión de agonía y<br />
dolor infinitos, penetrantes, urgentes.<br />
-¡Voy! -grité-. ¡Espérame! ¡Voy, voy!<br />
Corría a la puerta y miré el pasillo: estaba en sombras. Salí al jardín: estaba vacío.<br />
-¿Dónde estás? -exclamé.<br />
Las montañas devolvieron el eco de mi pregunta y oí repetir: ¿Dónde estás? El<br />
viento silbaba entre los pinos y todo era en torno soledad y silencio.<br />
«¡Silencio, superstición! -dije para mí-. Aquí no hay engaño, no hay brujería, no hay<br />
milagro. Es el instinto lo que obra en mí.»<br />
Me separé de John, que me había seguido y trataba de detenerme. Aquel era el<br />
momento de que yo reaccionara. Mis facultades estaban en tensión. Le prohibí que me<br />
preguntase nada y agregué que deseaba que me dejase sola. Obedeció. Cuando se tiene<br />
energía para ordenar nunca se es desobedecido. Subí a mi alcoba, caí de rodillas y oré a mi<br />
modo, muy diferente del de mi primo, pero no por ello menos ferviente. Me parecía que un<br />
poderoso espíritu me penetraba y, agradecida, me postré a sus pies. Me incorporé, con una<br />
resolución adoptada, y me acosté, esperando el siguiente día.<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
264