Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
-Si sigue usted agitándose de ese modo, le arrancaré el pelo de la cabeza a tirones, y<br />
así no le quedarán dudas de que soy de carne y hueso.<br />
-¿Con quién has estado, <strong>Jane</strong>?<br />
-Permítame no decírselo hoy. Así, dejando la historia a medio relatar, tendrá la<br />
certeza de que mañana reapareceré a la mesa para contársela completamente mientras<br />
desayuna. Además, nada de acostarse con sólo un vaso de agua. Voy a prepararle un huevo<br />
con el correspondiente jamón, por supuesto.<br />
-Te estás burlando de mí, hadita mía. Me haces sentirme como si no hubieran<br />
pasado estos doce meses. De haber sido tú el David de Saúl, habrías exorcizado el mal<br />
espíritu sin necesidad de arpa.<br />
-Vaya, ya se pone usted en razón. Y ahora le dejo para ir a acostarme. Estoy en viaje<br />
desde hace tres días, y me siento cansada. Buenas noches.<br />
-Una palabra más, <strong>Jane</strong>. ¿Había sólo mujeres en la casa en que vivías?<br />
Reí y salí del cuarto. Continuaba riendo mientras subía las escaleras. «¡Buena<br />
ocurrencia -pensé-. Ya veo que tengo un medio de vencer su melancolía durante los días<br />
próximos!»<br />
Muy temprano, de mañana, le oí andar de un aposento a otro y preguntar a Mary:<br />
-¿Está aquí Miss <strong>Eyre</strong>? ¿Sí? ¿No será húmeda la alcoba? ¿Sabe si ya se ha vestido?<br />
Vaya a ver si necesita algo y pregúntele cuándo va a bajar.<br />
Bajé cuando supuse que era la hora de desayunar. Entré en el cuarto sin hacer ruido<br />
y pude contemplar a Rochester. Era doloroso ver aquella vigorosa naturaleza esclavizada a<br />
una dolencia corporal. Sentado en su silla, permanecía quieto, pero no tranquilo, sino en<br />
actitud de anhelosa espera. En sus facciones se pintaba la tristeza que ahora le era habitual.<br />
Daba la impresión de una lámpara apagada en espera de que la encendiesen. Mas, ¡ay!, no<br />
dependía de él, sino de otro, el readquirir su brillo. Yo deseaba mostrar despreocupación y<br />
alegría, pero la impotencia a que se veía reducido aquel hombre tan enérgico me afectaba<br />
hasta el fondo de mi corazón. No obstante, le hablé lo más animadamente que pude.<br />
-Hace una hermosa mañana de sol. Vamos a dar un paseo.<br />
Ya había logrado encender la llama. Sus mejillas se colorearon.<br />
-¿Ya estás aquí, alondra mía? Ven, ven... ¿Conque no te has desvanecido? Hace un<br />
rato estuve oyendo cantar a otra alondra como tú, en el bosque, pero sus trinos no me<br />
decían nada, como nada me dicen los rayos del sol naciente. Todas las melodías de la tierra<br />
están concentradas para mí en la voz de mi <strong>Jane</strong> y toda la luz que puedo percibir consiste en<br />
tenerla a mi lado.<br />
Mis ojos se humedecieron oyéndole proclamar su dependencia de mí. Era como si<br />
un águila real, encadenada, hubiese de depender de un gorrión para subsistir. Pero no podía<br />
ser débil. Enjugué mis lágrimas y comencé a servir el desayuno.<br />
Pasamos casi toda la mañana al aire libre. Le conduje, a través del húmedo y espeso<br />
bosque, hasta unos campos cultivados de las cercanías y le expliqué lo verdes que estaban,<br />
la lozanía de las flores que crecían entre las hierbas y el esplendor del cielo. Le busqué un<br />
asiento al lado de un árbol y no me negué a complacerle cuando él me pidió que me<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
276