Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
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-¿Cómo? ¿Hay algo más? Espero que no sea nada importante. Sigue.<br />
La inquietud de su aspecto, cierta impaciencia de sus ademanes, me extrañaron.<br />
Continué:<br />
-Aún soñé otra cosa: que Thornfield estaba en ruinas y era guarida de búhos y<br />
murciélagos. De toda la fachada sólo quedaba en pie un frágil lienzo de pared. Yo erraba, a<br />
la luz de la luna, entre las ruinas en las que crecía la hierba, tropezando, ora con un trozo de<br />
mármol, ora con un caído fragmento de cornisa. Seguía llevando al niñito desconocido,<br />
envuelto en un chal. Me era imposible ponerle en el suelo, y por mucho que su peso me<br />
fatigase, había de continuar llevándole. A lo lejos, en el camino, oía las pisadas de un<br />
caballo y estaba segura de que era el de usted, que partía para un lejano país, donde<br />
permanecería muchos años. Traté de escalar el muro a toda prisa, para poder verle desde<br />
arriba. Las piedras se desmoronaban bajo mis pies, la hiedra a que trataba de asirme cedía;<br />
el niño, abrazado a mi cuello y aterrorizado, casi me estrangulaba. Pero al fin llegué. Usted<br />
era ya un punto en la distancia y se alejaba por momentos. Soplaba un viento tan fuerte que<br />
no me podía sostener. Me senté en el estrecho borde del muro, colocando al niño sobre mi<br />
regazo. Usted dobló una curva del camino y, cuando yo le dirigía una última mirada, la<br />
pared se derrumbó, el niño cayó de mis rodillas, perdí el equilibrio y me desperté.<br />
-¿Eso es todo, <strong>Jane</strong>?<br />
-Todo el prólogo. Ahora falta el relato. Al despertarme, una luz hirió mis ojos.<br />
Pensé que ya era de día. Pero no era más que el resplandor de una vela. Supuse que Sophie<br />
estaba en la alcoba. Alguien había dejado una bujía en la mesa, y el cuartito guardarropa,<br />
donde yo colocara mi velo y mi vestido de boda, se hallaba abierto. «¿Qué hace usted,<br />
Sophie?», pregunté. Nadie contestó, pero una figura surgió del ropero, cogió la vela y<br />
empezó a examinar los vestidos. «¡Sophie!», volví a exclamar. La figura seguía en silencio.<br />
Me incorporé en la cama, me incliné hacia delante y sentí que se me helaba la sangre en las<br />
venas. Porque aquella mujer no era ninguna de las que en esta casa conozco; no era Sophie,<br />
ni Leah, ni Mrs. Fairfax, ni siquiera -estoy segura de ello- Grace Poole.<br />
-Forzosamente había de ser una de ellas -interrumpió Rochester.<br />
-No; le juro que no. La mujer que yo tenía ante mí no ha cruzado jamás sus miradas<br />
con las mías desde que vivo en Thornfield. Todo en su aspecto era nuevo para mí.<br />
-Descríbemela, <strong>Jane</strong>.<br />
-Me pareció alta y corpulenta, con una negra cabellera cayéndole sobre la espalda.<br />
No me fijé en cómo iba vestida; sólo sé que llevaba un traje blanco.<br />
-¿Le viste la cara?<br />
-Primero no. Pero luego cogió el velo, lo examinó largamente, se lo puso y se miró<br />
el espejo. Entonces distinguí su rostro en el cristal.<br />
-¿Cómo era?<br />
-Me pareció horrible. Nunca he visto cara como aquella: una cara descolorida,<br />
espantosa. Quisiera poder olvidar aquel desorbitado movimiento de sus ojos inyectados en<br />
sangre, y sus facciones hinchadas como si fuesen a estallar.<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
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