Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
-Y el fuego es demasiado fuerte para usted -agregó Mary.<br />
-Claro --concluyó su hermana-. Vamos, sea obediente. -Y tomándome de la<br />
mano me llevó al salón. -Siéntese ahí -dijo, colocándome en un sofá-. Nosotras vamos a<br />
hervir el té, porque uno de los privilegios que nos permitimos en nuestra casa es<br />
preparar nosotras mismas las cosas cuando nos apetece o bien cuando Hannah está muy<br />
ocupada.<br />
Y cerró la puerta, dejándome sola con John Rivers que, en el extremo opuesto<br />
del salón, leía no sé si un periódico o un libro. Examiné primero el aposento y luego a<br />
su ocupante.<br />
La estancia era pequeña y modesta, pero cuidada y limpia. Las sillas, de antañón<br />
estilo, eran muy cómodas y la mesa de nogal brillaba como un espejo. Viejos retratos de<br />
hombres y mujeres de otros días decoraban las paredes. Una alacena de puertas de<br />
cristal contenía varios libros y un antiguo juego de porcelana. No había un solo adorno<br />
superfluo, ni un solo mueble moderno, excepto dos costureros y un escritorio de señora,<br />
de palisandro. Todo lo más, incluso cortinajos y alfombras, parecía tan viejo como bien<br />
conservado.<br />
John Rivers, inmóvil cual uno de los retratos que pendían de los muros, fijos los<br />
ojos en la página que leía, fue para mí fácil objeto de examen. Una estatua no lo hubiera<br />
sido más. Era joven -unos veintiocho o treinta años-, alto y delgado. Todos los rasgos<br />
de su rostro eran de una pureza griega: el corte de su cara, la nariz, la barbilla y la boca.<br />
Rara vez se encuentra en semblantes ingleses tal parecido a los modelos clásicos. No<br />
me extrañó que le hubiese impresionado la irregularidad de mis facciones, siendo las<br />
suyas tan armoniosas. Tenía los ojos grandes y azules, con oscuras pestañas, y su<br />
cabello rubio, cuidadosamente peinado, coronaba una ancha frente pálida como el<br />
marfil.<br />
¿Verdad, lector, que este retrato que hago es atractivo? Sin embargo, apenas da<br />
una idea del sereno, imperturbable y plácido aspecto de John Rivers. Y con todo,<br />
mientras le contemplaba, en ciertos casi imperceptibles movimientos de su boca, de sus<br />
cejas, de sus manos, parecíame apreciar elementos interiores de vehemencia, pasión y<br />
energía. No me habló ni me dirigió una sola mirada hasta que sus hermanas volvieron.<br />
Diana me ofreció un bollito calentado al horno.<br />
-Cómalo -dijo-, Hannah me ha contado que desde la mañana no ha tomado usted<br />
más que una sopa. No me negué, porque sentía apetito. Rivers cerró su libro, se acercó a<br />
la mesa, se sentó y clavó sus azules ojos en los míos con una naturalidad que me hizo<br />
comprender que no me había hablado hasta entonces adrede, no por timidez o<br />
desconfianza.<br />
-Tiene usted hambre -dijo.<br />
-Sí -repuse. Está en mi modo de ser el contestar con claridad y sin ambages a las<br />
preguntas.<br />
-Ha convenido que la fiebre de estos días pasados no le haya permitido comer,<br />
porque hubiera sido peligroso calmar su apetito de repente. Ahora, en cambio, puede<br />
comer ya lo que guste, aunque todavía con moderación.<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
219