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Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

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como una ardiente bala de cañón, se reflejaba en las olas. El ambiente y la atmósfera pesada<br />

influían en mi ánimo. En mis oídos sonaban los gritos de la perturbada. Súbitamente la oí<br />

pronunciar mi nombre con demoníaco acento de odio y percibí su abominable lenguaje.<br />

Aunque dormía dos cuartos más allá del mío, el estilo de construcción de las casas de aquel<br />

país no permitía ahogar sus aullidos de loba.<br />

»Pensé que aquella vida era un infierno y aquellos gritos los lamentos terroríficos de<br />

los condenados. Tengo derecho a librarme de esto, si puedo -reflexioné-. Y sin duda me<br />

libraré si abandono mi carne mortal. No temo a los castigos del más allá, porque no pueden<br />

ser más horribles que los que sufro aquí. ¡Rompamos la cadena y entreguémonos en manos<br />

de Dios!<br />

»Y pensando así, abrí un baúl que contenía un par de pistolas con el propósito de<br />

suicidarme. Pero mi intención sólo duró un momento, porque la crisis de desesperación que<br />

la había originado se disipó al cabo de un segundo.<br />

»Entretanto un fresco aire que soplaba de Occidente agitó el mar. Estalló la<br />

tormenta, tronó y relampagueó copiosamente y después el cielo quedó despejado. Paseé<br />

balo los naranjos del humedecido jardín, entre los ananás y los granados. El alba refulgente<br />

de los trópicos apuntaba ya cuando en mi cerebro surgía la resolución acertada, acertada sin<br />

duda porque me la dictaba la suprema sabiduría.<br />

»El dulce viento de Europa soplaba aún sobre las hojas frescas por la lluvia y el<br />

Atlántico tronaba en la playa. Mi corazón se expandió, mi alma se sintió renacer. Veía<br />

revivir mi esperanza y creía posible la regeneración. Desde un arco florido del jardín, miré<br />

al mar, más azul aún que el cielo. Más allá estaba el Viejo Mundo y en él se me abrían las<br />

perspectivas más claras...<br />

»"Vete a vivir a Europa -dijo mi esperanza-. Allí nadie conoce la carga ominosa que<br />

pesa sobre ti. Puedes llevar contigo a la loca y confinarla en Thornfield con las debidas<br />

precauciones. Y tú viajarás como y por donde quieras, viviendo según te plazca. Esa mujer<br />

que ha empañado tu nombre, ultrajado tu honor, marchitado tu juventud, no es ya tu esposa,<br />

ni tú su marido. Haz que la cuiden como su estado lo aconseja y habrás cumplido cuanto<br />

Dios y los hombres te pueden exigir. Olvida su identidad y su relación contigo."<br />

»Seguí esa sugestión. Mi padre y mi hermano no habían hablado de mi casamiento,<br />

porque yo se lo había pedido así en mi primera carta después de casarme, cuando comencé<br />

a comprender las consecuencias de aquella unión y a adivinar el abominable porvenir que<br />

se me presentaba. Informado de la infame conducta de su nuera, mi padre se apresuró a<br />

ocultar cuidadosamente mi matrimonio.<br />

»La traje, pues, a Inglaterra. El viaje, con tal monstruo en el buque, fue lo horrible<br />

que puedes suponer. Me sentí satisfecho cuando la vi instalada en ese cuarto interior del<br />

tercer piso, que ella, de diez años a esta parte, ha convertido en el cubil de una fiera, en la<br />

guarida de un demonio. Me fue difícil encontrar quien la atendiese, asegurándome a la vez<br />

de su silencio, porque la loca tiene intervalos de lucidez, que dedica a difamarme. Al fin<br />

encontré a Grace Poole, empleada en el asilo de Grimsby. Ella y el médico Carter, el que<br />

curó a Mason la noche en que a éste le mordió su hermana, son los únicos que conocen mi<br />

secreto. Mrs. Fairfax debe de haber sospechado algo, pero no ha podido averiguar los<br />

hechos concretamente. Grace ha probado ser una buena guardiana, aunque en ocasiones ha<br />

tenido descuidos, como el que produjo el incendio de mi cuarto. La loca es a la vez maligna<br />

<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />

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