Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
atreviera, la tocaría, a ver si es de carne y hueso, o bien una visión, que se disipara a mi<br />
contacto, como un fuego fatuo en los pantanos... ¡Pícara! -añadió, después de un momento<br />
de silencio-. ¡Un mes ausente y olvidada de mí por completo, estoy seguro!<br />
Sentía verdadero placer en reunirme con Mr. Rochester, aunque acibarado por el<br />
pensamiento de que en breve dejaría de verle y de que, además, nada había de común<br />
entre él y yo. Pero de sus palabras emanaba una sensación que me placía en extremo.<br />
Parecían indicar que le interesaba saber si yo me acordaba de él o no. Y había hablado<br />
de Thornfield como de mi casa...<br />
Le pregunté si había estado en Londres.<br />
-Sí. Y supongo que lo sabe usted gracias a su doble vista.<br />
-Me lo escribió Mrs. Fairfax.<br />
-¿Y le informó de lo que fui a hacer? -Sí, señor. Todos lo saben.<br />
-Tiene usted que ver el coche, <strong>Jane</strong>, y decirme si cree que es apropiado o no para<br />
Mrs. Rochester y si viajando en él parecerá una reina apoyada en sus rojos cojines. Por<br />
cierto que sería mucho mejor que ella y yo hiciéramos mejor pareja, físicamente<br />
hablando. Usted, que es un hada, puede proporcionarme un filtro, realizar algún conjuro<br />
o cosa parecida, para convertirme en un hombre guapo.<br />
-Eso no entra en las posibilidades de la magia, señor -respondí mientras pensaba:<br />
«Todo el conjuro que se necesita son los ojos de una enamorada. Para ella sería usted lo<br />
más hermoso que se pudiera desear.»<br />
Mr. Rochester había leído a menudo mis pensamientos. Aquella vez no pareció<br />
atender mucho mis palabras. Me sonrió de un modo peculiar, que rara vez empleaba,<br />
quizá porque aquella sonrisa, a la que asomaba toda su alma, no le pareciese<br />
conveniente para ser aplicada a las situaciones vulgares de la vida.<br />
-Pase, <strong>Jane</strong> -dijo, separándose a un lado del portillo-, pase y descanse sus<br />
piececitos fatigados en la casa de un amigo.<br />
Obedecí sin decirle nada; sobraba para mí todo diálogo ulterior. No obstante, un<br />
impulso interior me hizo detenerme, una fuerza desconocida me hizo girar sobre mí<br />
misma y decirle, no sé si yo o algo que me hacía hablar a pesar mío:<br />
-Gracias por su mucha amabilidad, Mr. Rochester. Estoy muy satisfecha de<br />
volver a verle, y considero que dondequiera que usted esté está mi casa, mi única casa.<br />
Y me alejé tan de prisa, que difícilmente hubiera podido él alcanzarme aunque se<br />
lo hubiera propuesto. Adèle se volvió casi loca de alegría al verme. Mrs. Fairfax me<br />
acogió con su acostumbrada afabilidad. Aquello me resultó muy agradable. Nada<br />
complace más que sentirse amado por los que le rodean a uno y apreciar que la propia<br />
presencia aumenta su satisfacción.<br />
Cerré, pues, mis ojos al porvenir y taponé mis oídos contra la voz que me<br />
aconsejaba ponerme en guardia previniendo la próxima separación. Cuando tomamos el<br />
té y Mrs. Fairfax inició su labor, mientras yo me sentaba en una silla junto a ella y<br />
Adéle se arrodillaba en la alfombra, una sensación de mutuo afecto pareció envolvernos<br />
a todos como un círculo de áurea paz. Murmuré una plegaria sin palabras pidiendo a<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
158