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Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish

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Una noche en que, con su curiosidad infantil, aunque no molesta, se dedicaba a<br />

revolver el aparador de mi cocina, encontró una gramática y un diccionario alemanes, dos<br />

libros franceses y una obra de Schiller, así como mis útiles de dibujo, un apunte de la<br />

cabecita de una de mis alumnas y algunos paisajes del valle de Morton y de los pantanos.<br />

Quedó atónita de sorpresa y placer.<br />

¿Había hecho yo aquellos dibujos? ¿Sabía francés y alemán? ¡Qué encanto! ¡Yo<br />

podía ser maestra de la mejor escuela de S...! ¿Querría hacer un retrato de ella, para<br />

enseñarlo a papá?<br />

Respondí que con mucho gusto, experimentando, en efecto, el placer que todo<br />

artista sentiría en copiar un modelo tan perfecto y radiante. Vestía la joven un traje de seda<br />

azul oscuro, llevaba desnudos los brazos y el cuello, y no ostentaba otro adorno que el<br />

natural de sus tirabuzones castaños cayendo sobre los hombros. Tomé cuidadosamente un<br />

apunte, que me prometí colorear, y le dije que, como era tarde, debía volver a posar otro<br />

día.<br />

De tal modo debió de hablar de mí a su padre, que éste la acompañó al día siguiente.<br />

Era un hombre alto, de cara cuadrada, maduro, de cabello gris. Su hija parecía, a su lado,<br />

una flor junto a una vieja torre. Aunque tenía aspecto orgulloso y taciturno, estuvo muy<br />

amable conmigo. El bosquejo del retrato de Rosamond le gustó mucho y dijo que era<br />

preciso que lo completara. Me rogó también insistentemente que fuese a pasar la velada del<br />

día siguiente en Pale Hall.<br />

Acudí. La casa, amplia y hermosa, denotaba la riqueza de su propietario. Rosamond<br />

estuvo muy alegre y sin padre muy afable. Después del té me dijo que se hallaba muy<br />

satisfecho de mi labor en la escuela y que sólo temía que yo la abandonase pronto, ya que<br />

mis aptitudes no eran apropiadas a aquel modesto empleo.<br />

-¡Claro! -exclamó Rosamond-. Podría ser muy bien institutriz de una familia<br />

distinguida.<br />

Yo pensaba que estaba más a gusto así que con la familia más distinguida del<br />

planeta. Mr. Oliver habló con gran respeto de los Rivers. Dijo que era la casa más antigua<br />

de la comarca, que antiguamente les había pertenecido todo Morton y que, aun ahora, el<br />

representante de aquella noble familia podría hacer un matrimonio excelente. Se lamentó de<br />

que un hombre de tanto talento como el joven hubiese decidido hacerse misionero. Entendí<br />

que el padre de Rosamond no hubiera dificultado su unión con John considerando sin duda<br />

que el nombre ilustre, la familia distinguida y la respetable profesión de Rivers<br />

compensaban su falta de fortuna.<br />

El 5 de noviembre era fiesta. Mi criadita, después de ayudarme a limpiar la casa, se<br />

había ido, encantada con el penique con que la obsequié. Todo estaba limpio y brillante: la<br />

vajilla, el suelo, las sillas bien barnizadas. Tenía ante mí la tarde para emplearla como<br />

quisiera.<br />

Pasé una hora traduciendo alemán. Luego cogí mis pinceles y mi paleta y comencé a<br />

dar los últimos toques al retrato de Rosamond Oliver. Apenas faltaba nada: algún toque de<br />

carmín que añadir a los labios, algún rizo que añadir a los tirabuzones, un ligero sombreado<br />

bajo los ojos... Estaba abstraída en estos detalles cuando oí un golpe en la puerta entornada<br />

y entró seguidamente John Rivers.<br />

<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />

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