Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Charlotte Brontë Jane Eyre I - Rincon-Spanish
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
-Dios le bendiga -dije-. Dios le libre de mal, Dios le pague todo lo bueno que ha<br />
sido conmigo.<br />
-El amor de mi <strong>Jane</strong> era mi última esperanza -dijo- y sin ella mi corazón se<br />
destrozará. Pero <strong>Jane</strong> me dará aún su amor, su amor noble y generoso.<br />
La sangre afluyó a su rostro, sus ojos volvieron a centellear. Se incorporó y trató<br />
de abrazarme. Pero pude eludirle y salí de la estancia.<br />
-¡Adiós! -gimió desesperadamente mi corazón al abandonarle-. ¡Adiós para<br />
siempre!<br />
No creía poder dormir aquella noche, pero apenas me acosté me acometió una<br />
pesadilla. Me sentí transportada a la niñez y soñé en el cuarto rojo de Gateshead. Era<br />
una noche oscura y mi mente sentía extraños terrores. La luz que, vista tantos años<br />
atrás, me asustara hasta el punto de hacerme desmayar, reaparecía en mi sueño, escalaba<br />
los muros y se detenía, temblorosa, en el centro del oscuro artesonado del techo. Alcé la<br />
cabeza para mirarla y el techo se convirtió en un mar de altas y sombrías nubes. Luego<br />
entre ellas apareció la luna. Yo la contemplaba como si en su disco hubiese de aparecer<br />
grabada alguna sentencia que me concerniese. La luna penetró a través de las nubes,<br />
descendiendo más cada vez, mientras una mano misteriosa parecía apartar los sombríos<br />
vapores. Después ya no era la luna, sino una blanca faz humana la que me miraba.<br />
Aquella faz me habló, habló a mi alma, y aunque su voz sonaba inconmensurablemente<br />
remota, yo la sentía cuchichear en mi corazón.<br />
-Hija mía, huye de la tentación. -Lo haré, madre.<br />
Tal fue la respuesta que di al despertar de mi sueño. Era de noche aún, pero las<br />
noches de julio son cortas. No mucho más tarde de medianoche comenzó a alborear.<br />
«Es hora de comenzar lo que debo hacer», pensé. Me levanté. Me había acostado<br />
vestida, sin quitarme más que los zapatos. Busqué en los cajones alguna ropa blanca.<br />
Hallé un collarcito de perlas que Rochester me había obligado a aceptar días antes. Dejé<br />
aparte aquel recuerdo de mis fantásticas bodas: no era mío. Con lo demás hice un<br />
paquete, guardé en el bolsillo los únicos veinte chelines que poseía, me coloqué mi<br />
gorrito y mi chal, cogí el paquete y las zapatillas para andar por la casa sin ruido, y salí<br />
cautelosamente del cuarto.<br />
-Adiós, amable Mrs. Fairfax -murmuré cuando pasaba ante la puerta de su<br />
cuarto-. ¡Adiós, querida Adèle! -añadí lanzando una mirada a su alcobita.<br />
Era imposible pensar en entrar y abrazarla. Me proponía pasar ante el cuarto de<br />
Rochester sin pararme, pero mi corazón detuvo allí sus latidos y mis pies hubieron de<br />
detenerse también. Rochester no dormía. Le sentí pasear por su alcoba, suspirando de<br />
vez en cuando. ¡Y pensar que en aquella habitación se encerraba el cielo para mí! Yo<br />
podía haber entrado y decirle: «Edward: te amo y quiero vivir contigo para siempre.»<br />
¡Qué bello hubiera sido!<br />
Aquel hombre insomne esperaba sin duda con impaciencia la mañana. Cuando<br />
me enviase a buscar, no me encontraría. Se sentiría despreciado, rechazado su amor,<br />
sufriría, se desesperaría quizá... Mi mano avanzó hacia el picaporte. Pero me contuve y<br />
descendí apresuradamente las escaleras.<br />
<strong>Brontë</strong>, <strong>Charlotte</strong>: <strong>Jane</strong> <strong>Eyre</strong><br />
203