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el siglo sovietico

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de la pugna del triunvirato, formado por Stalin, Zinoviev y Kamenev, contra

Trotski, y prosiguió con unos participantes diferentes en la lucha contra

Rikov, cuando éste estaba al frente del Sovnarkom, el Consejo de los

Comisarios del Pueblo. En los años treinta, Stalin envió a Molotov una carta

en la que le pedía que se ocupara de un problema importante y lo discutiera

con algunos «amigos». No todos los miembros del Politburó eran

considerados como tales, ni podían tener la certeza de que iban a serlo para

siempre. Antes de la guerra, gente como Rudzutak, Kalinin, Kossior y

Andreyev jamás fue invitada a estos encuentros «íntimos», aunque

seguramente estaban al tanto de su existencia.

En resumen: en manos de Stalin, el Politburó era, precisamente, un órgano

cuyos miembros nominaba él personalmente y del que se servía a su antojo.

EL APARATO DEL PARTIDO

A medida que el Partido perdía su identidad política, aumentaba la

complejidad del aparato, el corazón mismo del sistema. Con el propósito de

«simplificar» las cosas y garantizar un mayor control, se creó un

superaparato, tildado de diferentes maneras —«especial», «político» o

«general»— para ponerlo al servicio de Stalin, sin el conocimiento del resto

del aparato, y cuyo personal crecía constantemente; algo parecido a lo que

sucedía con su estatus variable con respecto a los departamentos del Comité

Central. Lo dirigía el secretario personal de Stalin, el ubicuo y tremendamente

discreto Poskrebishev, que logró de este modo un ascenso y un aumento

salarial. Por su parte, la autoridad del Sovnarkmon, una institución

presuntamente poderosa y formada por departamentos, especialistas y

asesores, se vio socavada por los manejos conspirativos de su cúpula. De

hecho, quedó marginado, ya que Stalin y Molotov tomaban todas las

decisiones en otras instancias. Éstos usaban un canal de comunicación de lo

más secreto para llevar a cabo sus planes: Molotov presentaba sus propuestas

a Stalin y éste las corregía, aprobaba o rechazaba, enviándole una respuesta

con carácter de orden a través del mismo canal. ¡Cuánta privacidad! Si hoy

conocemos todos estos detalles es gracias al trabajo de Oleg Jlevniuk y su

equipo de denodados investigadores en los archivos soviéticos.

Si echamos un vistazo al complejo y creciente sistema de poder de Stalin,

podemos destacar algunos rasgos. Nos enfrentamos a un «Estado de la

seguridad», encabezado por una figura que organizaba su propio «culto» y

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