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el siglo sovietico

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Ha dejado un verdadero tesoro escondido para las generaciones

futuras y se ha llevado consigo a la tumba un conocimiento

sensacional de la relación existente entre los episodios históricos y las

principales figuras de su etapa, un saber que únicamente él podría

haber desvelado. ¡Qué pena que un hombre tan extraordinario no

fuera capaz al final de recoger sus vivencias! Servidor fiel del Estado,

creía que debía limitarse a presentar de un modo sobrio y conciso los

hechos esenciales [1] .

Podemos concluir esta rápida semblanza de Gromiko aludiendo a una de sus

intervenciones políticas más importantes. Después de haber sido uno de los

estadistas más notables del Politburó en tiempos de Brezhnev, Andropov y

Chernenko, desempeñó un papel crucial en el nombramiento de Gorbachov

como secretario general, a pesar de saber que se iniciaba así una vía

reformista, posiblemente en la dirección insinuada por Andropov. Como dio a

entender Ligachev, el resultado de aquella reunión del Politburó podría haber

sido muy distinto.

NIKITA JRUSHCHOV

En la personalidad de Nikita Jrushchov se mezclaban, de un modo insólito,

diferentes rasgos. Sigo sin saber cómo logro sobrevivir a Stalin y si llegó a

temer por su vida mientras estaba a las órdenes del dictador. Tal vez fueran su

vertiente campechana y su capacidad para bailar el gopak, un baile popular

ucraniano, durante un banquete organizado por Stalin —«cuando Stalin dice

“baila”, tienes que bailar», recordaba— lo que confundió al jerarca acerca de

las ambiciones y las intenciones de este «bobalicón». Y lo cierto es que no

hay dos personas más diferentes entre sí.

Jrushchov causó sensación en todo el mundo, y no sólo por haber

golpeado con el zapato el pupitre durante una sesión de las Naciones Unidas

(¡qué poco diplomático!) o por haber exclamado «¡Os vamos a enterrar!» ante

los norteamericanos, unas palabras que responden, de hecho, a un error de

traducción, pues My vas pojoronim también significa «os sobreviviremos».

Sabía asumir riesgos considerables, como hizo sobre todo en 1962 durante la

crisis de los misiles, de la que no salió vencedor ni vencido. Era asimismo un

partidario convencido de la paz a escala mundial. Quienes trataron con él

directamente en cumbres internacionales jamás negaron que fuera él quien

movía los hilos. Sin embargo, tendía a hablar demasiado, tanto que en

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