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el siglo sovietico

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reeducar a los prisioneros. La tasa de paro del país era elevada, y los parados

debían tener prioridad en el acceso al empleo.

Todo esto tocó a su fin a finales de los años treinta, a pesar de que las

nociones liberales siguieron flotando en el ambiente durante unos años más.

Los jueces y los criminólogos libraron una batalla perdida de antemano contra

el proyecto para hacer de los campos un instrumento de castigo a través del

trabajo (ahora sí, de los trabajos forzados), lo que los vaciaría de la filosofía

inicial de reeducación por medio del trabajo. Esta nueva tendencia era un

«efecto colateral» de la hiperindustrialización. Era fácil movilizar a los

prisioneros para trabajar, su coste era menor y estaban sujetos a una disciplina

férrea. Asimismo, no era difícil sustituir a los que ya no estaban. Los liberales

del pasado, aún presentes en los comisariados de Justicia y de Trabajo,

aunque este último no tardaría en desaparecer, se enfrentaron a otros

miembros del gobierno y del Partido para evitar que el sistema penitenciario

volviera a abrazar la esclavitud. Pero Moscú estaba decidida a seguir por ese

camino, aunque en aquellos años pareciera más un lodazal. Las treguas que de

vez en cuando declaraba el gobierno no significaban un cambio en la política,

sino simplemente su consolidación y una mayor coordinación.

El NKVD y su policía secreta acabaron interesados, inevitablemente, en

desempeñar un papel de primer orden en la industrialización del país y

abanderaron la transformación del sistema penitenciario en un inmenso sector

industrial bajo su control administrativo. Evidentemente, los condenados

proporcionarían la mano de obra, así que había que lograr el máximo número

posible de ellos. El NKVD no veía la política, sin más, como una fuente de

glamour. Sin embargo, en cuanto la industrialización se convirtió en el ethos

nacional, el NKVD confió en que su prestigio aumentara al asumir un papel

importante en el desarrollo económico gracias al gulag. El Politburó, por su

parte, aunque no fue el impulsor de esta nueva línea, no cabe duda de que

estaba sumamente interesado en ella. El Comisariado de Justicia fue

perdiendo jurisdicción sobre las instituciones penitenciarias, y el control de

éstas pasó paulatinamente al NKVD. El proceso culminó en 1934.

Llegados a este punto, debemos ahondar en un aspecto complejo de la

situación administrativa. Oficialmente, el NKVD absorbió a la policía secreta,

la OGPU. Sin embargo, en aquellos años, la «seguridad» no era nunca lo que

parecía. De hecho, fue la GPU, rebautizada GUGB [1] , quien asumió el control

de todo el NKVD desde dentro, y su responsable tomó el mando del

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