26.05.2020 Views

el siglo sovietico

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

LAS AGUAS DEL DON BAJAN ALGO REVUELTAS

En el último ejemplo interviene el escritor Mijail Sholojov, que se erigió en

portavoz de la corriente nacionalista y conservadora tras la muerte de Stalin,

lo que le granjeó un buen número de enemigos. No obstante, los

acontecimientos aquí narrados se remontan al año 1933, cuando la región

cosaca de Kuban, tan querida por Sholojov, fue golpeada por la hambruna,

como muchas otras regiones de Rusia y de Ucrania.

Sholojov escribió a Stalin para condenar la tragedia de los campesinos de

Kuban, privados a la fuerza de las cosechas a raíz de las órdenes de las

agencias de abastos de grano en el preciso instante en que la hambruna

empezaba a dejarse notar. Sholojov era audaz, pero Stalin toleró la

descripción dramática de los resultados de sus propias políticas. ¿Por qué? De

hecho, todo estaba calculado. Stalin se obligó literalmente a leer la rotunda

denuncia que Sholojov hizo de los malos tratos que se infligían a unos

campesinos condenados al hambre, de la arbitrariedad de la administración

local y de las provocaciones de la policía secreta. En cuando acabó la lectura,

ordenó que se enviara a la región la cantidad de grano que Sholojov

consideraba necesaria para evitar un desastre. Protegió incluso a Sholojov de

la ira de las autoridades locales, incluida la policía secreta, que hicieron todo

cuanto estuvo a su alcance para desprestigiar este diálogo directo entre

ambos, que tantos problemas les causaba. La otra era toda una demostración

de artimañas, y Stalin interpretaba a todos los personajes: provocaba

«enfrentamientos» falsos, fingía haber comprobado personalmente los hechos

y rehabilitó a los amigos de Sholojov en el aparato local del Partido. Y lo hizo

porque anhelaba algo de Sholojov: el prestigio a ojos del público ruso. Aquel

hombre era un auténtico cosaco ruso —Stalin, no—, un escritor poderoso y

un buen orador —todo lo contrario de Stalin—. El líder se resignó a aceptar

los hechos y las críticas del escritor, a pesar de que le irritaba sobremanera

toda la situación. Finalmente, sin embargo, se quitó la máscara. En un breve

fragmento de una carta presuntamente amistosa a Sholojov, dio rienda suelta a

su ira. Stalin en estado puro:

No ves sino un cara de la moneda. Pero para evitar los errores

políticos (tus cartas no son literatura, son política), tienes que ver la

otra cara. Tus tan respetables campesinos han lanzado una guerra

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!