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el siglo sovietico

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momento era, en muchos sentidos, absoluto, y esta realidad sociohistórica

estaba lejos de desaparecer a pesar de la «colectivización» y demás estrategias

«modernizadoras». Las afirmaciones exageradas a propósito de las

dimensiones de la intelligentsia, las manifestaciones rimbombantes sobre los

logros de la planificación y la proclamación a bombo y platillo de la llegada

del «socialismo», decretada por deseo de Stalin en el annus mirabilis de 1937,

hicieron necesario acelerar, cuando menos verbalmente, la culminación de

una etapa histórica que seguía anclada en el pasado. Sin embargo, en modo

alguno contribuyó todo ello a disminuir la intensidad y la agonía de la

transición, sino todo lo contrario.

En la URSS de las fronteras anteriores a septiembre de 1939, el censo de

enero de 1939 registró una población total de 170,5 millones de habitantes, de

los cuales 114,4 millones vivían en el entorno rural, el 67 por 100 de la

población, y 56,1 millones, el 33 por 100, en las ciudades. Por lo tanto, en

doce años la población urbana se había doblado, y había aumentado en 30

millones, una tasa de urbanización excepcionalmente rápida se mire como se

mire. La tasa de crecimiento anual de la población urbana es un índice

elocuente: un 2,7 por 100 entre 1926 y 1929, un 11,5 por 100 entre 1929 y

1933, y un 6,5 por 100 entre 1933 y 1939. La media de los años

comprendidos entre los censos de 1926 y 1939 era del 9,4 por 100 anual [9] .

Tomadas fríamente, las estadísticas también hablan por sí solas: entre

1926 y 1929, la población urbana creció anualmente en 950.000 habitantes;

entre 1929 y 1932, en 1,6 millones, y entre 1933 y 1939, en 2,43 millones. En

1940, la población urbana totalizaba 63,1 millones de habitantes, una cifra

que incluía a los 7 millones de los territorios recientemente anexionados.

Como ya hemos visto, sin embargo, este mundo urbano estaba aún

profundamente influido por el campo y por el campesinado, que se mantenían

como el grupo mayoritario de la población y servían de «cantera» para toda la

estructura social. Los principales cambios sociales durante este breve período

de tiempo se pueden inscribir en una interacción de tres poderosos

«transformadores»: por un lado, la colectivización, que «desruralizó» el

campo; por otro, la urbanización, que hizo lo propio con las ciudades; por

último, la industrialización, otro potente demiurgo, que intervenía sobre

ambos polos.

De resultas de esta transformación, el crecimiento de las ciudades y la

llegada a ellas de campesinos cobró unas proporciones gigantescas. En el

período comprendido entre 1926 y 1939, la población de las ciudades

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