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el siglo sovietico

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porque sus cimientos políticos y económicos estaban en ruinas. Y

reconstruirlo solamente podía significar sustituirlo dando inicio a un proceso

de transición. ¿Realmente lo creía? Aunque sus archivos personales siguen

clasificados, las decisiones que tomó, o que pretendía tomar, nos permiten dar

una respuesta afirmativa a esta pregunta.

Asumió el poder con decisión y elegancia. Empezó de un modo muy

cauto, pero el país descubrió en poco tiempo que algo se movía en el Kremlin.

Los primeros pasos que dio fueron previsibles: restaurar la disciplina en las

fábricas. Esta medida, sin embargo, no sólo afectaba a los obreros, sino que se

propuso reeducar a las elites, que no daban en modo alguno ejemplo si nos

atenemos a su ética laboral. Acabó con la adicción de éstos a las dachas y

demás servicios (Andropov era famoso por su estilo de vida austero). En

cuanto se conoció esta medida, su popularidad aumentó. El país parecía tener

por fin un líder. Las reformas exigían preparación y tiempo: se crearon grupos

de trabajo y comisiones. Algunas decisiones eran temporales; otras,

irreversibles, como por ejemplo la purga de todo un contingente de

funcionarios del aparato con cierto poder y nostálgicos que habían sido el

enlace con la anterior cúpula. El relato que ofrece uno de los designados para

sustituirlo aporta algunos detalles más [7] .

El cese de N. A. Shchelokov, un protegido de Brezhnev que encabezaba el

Ministerio del Interior, fue recibido con gran alegría. En el aparato del Comité

Central, los líderes de departamentos como los de «organización

empresarial», «organizaciones del Partido», «instituciones académicas e

investigación» y del «departamento general», que formaban lo que se conocía

como el «pequeño gabinete», o incluso el «gabinete en la sombra», eran los

encargados de diseñar buena parte de las políticas importantes. Andropov

acabó con su omnipotencia.

La intelligentsia acogió con fervor la jubilación de Trapeznikov, otro

protegido de Brezhnev que se consideraba la luminaria ideológica del Partido.

Gran inquisidor y estalinista inveterado, se dedicó a perseguir a los escritores

y a los académicos cuyas manifestaciones le desagradaban. Personajes como

este formaban el núcleo duro de la cúpula del Partido. Deshacerse de ellos de

un plumazo fue una demostración de fuerza.

Con Andropov, la figura de Gorbachov fue cobrando más y más

importancia. La savia nueva se apoderó de los puestos clave del aparato del

Partido: Andropov invitó a Vadim Medvedev a ponerse al frente del

departamento de «instituciones académicas e investigación». Medvedev había

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