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el siglo sovietico

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En esa inequívoca esfera ilegal también se podían comprar todo tipo de

productos poco frecuentes, como piezas de recambio o bienes de consumo, y

mercancías producidas ilegalmente o robadas. En otra categoría diferente

encontramos actividades criminales como las malversaciones, el contrabando,

el tráfico de drogas y demás, prohibidas en todo el mundo. Sin embargo, la

economía delictiva era sólo una parte de la economía en la sombra, la más

peligrosa ciertamente. Como tal, quienes desempeñaban actividades

económicas paralelas la consideraban inaceptable.

La académica estadounidense Louise Shelley ha propuesto una buena

definición alternativa. La autora distingue, dentro de la «segunda economía»,

entre las actividades legales e ilegales, pero excluye todo cuanto tenga una

naturaleza evidentemente criminal. El sector privado legal se correspondería,

fundamentalmente, con los mercados donde los campesinos, pero no sólo

ellos, vendían lo que habían cultivado en sus parcelas privadas. La economía

ilegal era un fenómeno de mayores dimensiones, y constaba de dos facetas: en

una se operaba dentro de los parámetros de la economía oficial; la otra

funcionaba en paralelo a ella. Las principales actividades ilegales de la

economía oficial consistían en la especulación con bienes escasos, sobornos a

personas influyentes, corrupción en el sistema educativo, formación de

cuadrillas para la construcción, manipulación contable y falsificación de datos

a raíz de una investigación (por ejemplo, la adición de «muertos» en las

nóminas) y, por último, la construcción de fábricas ilegales ocultas dentro de

fábricas oficiales y que se aprovechaban de las materias primas de las

segundas.

EL ALCANCE DE LA ECONOMÍA EN LA SOMBRA

Además del problema de la definición de la economía en la sombra, nos

enfrentamos a la dificultad de estimar su alcance. Los investigadores

coinciden en que no era nada desdeñable, y que era la fuente de grandes

cantidades de bienes y servicios. El instituto de investigación del Gosplan

consideraba que, a principios de los años sesenta, en ella trabajaban menos

del 10 por 100 de la cifra media anual de obreros, empleados y miembros de

los koljoses, mientras que, a finales de los años ochenta, daba trabajo a más

de una quinta parte de la población activa, unos treinta millones de personas.

En algunos ámbitos del sector servicios, como la construcción y las

reparaciones domésticas o las automovilísticas, representaba entre el 30 y 50

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