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el siglo sovietico

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Stalin dedicó a su aparato de seguridad el elevado calificativo de

«destacamento armado de nuestro Partido» [4] . «El culto al NKVD», escribe

Jlevniuk, «el estatus alegal especial de la policía secreta, alcanzó su punto

álgido». Stalin utilizó a los responsables del NKVD y los recompensó por sus

servicios, sin dejar por ello de controlarlos con mano firme. Repartía con la

misma arbitrariedad recompensas materiales y castigos severos. Varios

autores han visto en este punto una analogía con el uso que hizo Iván el

Terrible de los oprichnina, su milicia, en su enfrentamiento con los boyardos.

Esta actitud dual es típica de Stalin. Los chekistas, un calificativo

histórico que aún se emplea en la actualidad, se habían escindido del resto de

miembros del Partido, incluso socialmente, pues tenían sus propias dachas,

clubes y demás instalaciones de ocio. En diciembre de 1937, se celebraron

unas sensacionales ceremonias a lo largo y ancho del país para conmemorar la

gloriosa tradición de la Cheka-GPU-NKVD. El Kremlin solicitó a los comités

regionales del Partido que organizaran juicios públicos de «enemigos del

pueblo» en el ámbito de la agricultura y ordenó al NKVD que

«desenmascarara» a los culpables, es decir, que proporcionara los cabezas de

turco. Asimismo, con motivo del tercer aniversario del asesinato de Kirov, el

29 de noviembre de 1937, Stalin telegrafió a las autoridades locales del

Partido y les ordenó que «movilizaran sin miramientos a los miembros del

Partido para que erradicaran a los agentes trotskistas-bujarinistas». Para

Jlevniuk, todo este aparato, así como una parte importante de la sociedad, se

enfrentaba a una verdadera caza del enemigo carente de sentido, sazonada por

la aparición de la policía secreta, a menudo de madrugada, en la puerta de

casa para arrestar a las víctimas y llevarlas a su destino en unas siniestras

furgonetas negras.

CRIMEN Y CASTIGO EN EL NKVD (1935-1950)

Como ya hemos comentado, la incorporación simbólica del NKVD al Partido

—en otras palabras, su vinculación personal a Stalin— lo puso por encima del

resto de instituciones. El Partido contaba por fin con su propia guardia

pretoriana, con sus cruzados, para con los que Stalin no escatimaba favores y

honores. El partido estalinista, y sobre todo su aparato, se convirtió en una

agencia policial, con la salvedad de que esta policía secreta informaba

exclusivamente a Stalin. Estaba, por lo tanto, por encima del Partido y era un

arma poderosa para coaccionarlo. Conviene plantear en este punto una

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