26.05.2020 Views

el siglo sovietico

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

hacia el «liberalismo» que ponía fin al indecible sufrimiento que habían

experimentado muchas personas. Sin embargo, aunque se puso fin al tema de

los «parientes», es decir, aunque el Estado reconoció su error, el mea culpa

del régimen no llegó a oídos de nadie. Un ejemplo: el 3 de diciembre de 1939,

el Tribunal Supremo aconsejó a Stalin y a Molotov que la revisión de las

sentencias por delitos contrarrevolucionarios se realizara siguiendo un

procedimiento legal —¡bienvenido el cambio!—, aunque se ocupara de los

casos un tribunal reducido. En otras palabras, aunque los tribunales

reconocían los errores que se habían cometido, se hacía todo lo posible para

que dichos casos no llegaran a oídos de la opinión pública. En una línea

idéntica, el 13 de diciembre de 1939, Pankratov, el fiscal general de la URSS,

propuso a Stalin y a Molotov que no se informara a los parientes de la

revisión de las sentencias en aquellos casos en los que las víctimas ya

hubieran sido ejecutadas.

También temía el gobierno que los métodos empleados durante los

interrogatorios salieran a la luz. Para impedirlo, Beria escribió a Stalin y a

Molotov el 7 de diciembre de 1939 a fin de proponer que no se admitiera la

presencia de los abogados defensores y de los testigos en las «investigaciones

preliminares» (cuyo objeto era revisar los procedimientos ilegales), «para

evitar que se revele cómo se llevan a cabo dichas investigaciones». No

obstante, incluso en este documento de alto secreto Beria recurría a una

artimaña, pues el significado real de sus palabras era éste: para evitar que se

descubra lo que las presentes investigaciones pueden revelar acerca de las

indagaciones del pasado. En los intercambios más confidenciales no se

mencionaba en ningún momento que se hubieran producido torturas (por

orden expresa de Stalin), ni que se hubiera obligado a los detenidos a firmar

«confesiones». Plasmar todo aquello en papel suponía arriesgarse a que lo

descubriera algún funcionario y lo desvelara. Es decir: no debemos decir a

nadie que los enemigos y los saboteadores, por encima de todos los que

fueron ejecutados, eran inocentes; no debemos revelar cómo se arrancaron las

confesiones, o que alguien rehabilitado ya ha sido fusilado.

Otras dos decisiones del Politburó muestran los límites de la «retirada» [6] .

El 10 de julio de 1939, ordenó a los responsables de los campos del NKVD

que abolieran las reducciones en las sentencias que se concedían a los

prisioneros comunes, y a algunos prisioneros políticos, por buena conducta. A

partir de ese momento, había que cumplir la pena íntegramente. Del mismo

modo, en las acusaciones de índole política, quedaba descartado el abandono

de la línea dura. El siniestro presidente del Tribunal Militar Supremo, Ulrij,

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!