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el siglo sovietico

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una manera proporcional a su población. El Comité designaría a un Consejo

de Comisarios de la Unión.

Comoquiera que lo que aquí nos interesa son los tejemanejes de Stalin, no

nos entretendremos con los detalles de la constitución del gobierno. Obligado

a abandonar su proyecto de autonomía, Stalin no renunció sin embargo a

lograr su objetivo aunque por otros medios, manipulando el lenguaje que

definía las prerrogativas de los futuros comisariados (los ministerios) con

sede en Moscú para dar al traste con cualquier atisbo de independencia, y

obviando las sutilezas constitucionales. Las repúblicas, por su parte, eran

perfectamente conscientes de lo que estaba en juego: sin unas garantías

constitucionales adecuadas y claramente expuestas, los ministerios con sede

en Moscú quedarían de hecho en manos de la Federación Rusa o, en otras

palabras, en manos rusas.

A esto se refirió Christian Rakovski, el jefe del gobierno ucraniano, en un

largo memorando dirigido a Stalin el 28 de septiembre de 1922 en el que,

fundamentalmente, venía a decir: su propuesta habla de repúblicas

independientes que se desligan del centro, pero no dice nada de sus derechos

en tanto que repúblicas, de sus comités ejecutivos y de sus consejos de

comisarios. La nueva política sobre las nacionalidades supondría un golpe

para el esfuerzo por reavivar las economías locales, pues disminuiría

considerablemente el margen de maniobra de éstas. Carecían de los medios

materiales y se veían privadas de los derechos necesarios para desarrollar su

riqueza y adquirir todo cuanto precisaban.

Si bien Rakovski valoraba la necesidad de un gobierno federal que

estuviera en disposición de actuar, consideraba que la única manera de

lograrlo era garantizando los intereses de las repúblicas mediante una

formulación clara de los derechos de éstas. Veía en las propuestas de Stalin no

tanto un proyecto de federación sino el fin de las repúblicas, un hecho, en su

opinión, que no haría sino debilitar interna e internacionalmente a la URSS.

Lenin coincidía con esta apreciación, y estaba dispuesto a refutarla. La gota

que colmó el vaso fue el denominado «incidente georgiano».

En la lucha que se desató en el Comité Central georgiano para oponerse a

la incorporación forzada a la Federación Transcaucásica, el airado

representante de Stalin, Ordzhonikidze, abofeteó a uno de los líderes

georgianos [2] . A raíz del incidente, el Comité Central georgiano dimitió en

bloque, criticando sin reparos la totalidad del nuevo proyecto para la URSS.

Existía el riesgo de que el asunto acabara convirtiéndose en un escándalo

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