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el siglo sovietico

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Estado de segunda fila. Un libro, Ekonomika i Pravo (Economía y derecho),

de V. P. Shkredov, publicado en 1967, se atrevía a criticar frontalmente y de

manera rotunda al Estado y sus cimientos ideológicos, algo tanto más

encomiable cuanto que defendía una postura marxista. Para Shkredov, el

Estado, una institución político-jurídica que se arrogaba el control de la

economía, olvidaba que el aspecto político-jurídico, por importante que fuera

en la vida económica, debía subordinarse a la situación real del desarrollo

socioeconómico del país. Por lo tanto, el deseo del propietario de imponer su

visión de la economía, de planificarla y dirigirla a su antojo, provocaría un

daño irreparable si el desarrollo económico y tecnológico no permitían, como

había pasado hasta la fecha, realizar una planificación administrativa

adecuada. No había que confundir las relaciones de producción con formas

legales como la propiedad. Eso sería prudhonismo, no marxismo. Un Estado

usurpador, parapetado en su derecho a no adaptarse a la realidad, estaba

condenado a la burocratización y era el principal obstáculo para el desarrollo

económico. Shkredov insistía en que las formas de propiedad básicas no

habían cambiado durante largos períodos de la historia, mientras que las

formas de producción, como había demostrado Marx, habían evolucionado

gradualmente hasta llegar al capitalismo avanzado.

El libro tuvo una buena crítica en Novyi Mir (n.º 10, 1968) por parte de

V. Georgiev, un partidario de Kosigin. El autor alabó a Shkredov por haber

abordado sin rodeos la principal tarea que tenía ante sí el país: «superar las

buenas intenciones a la hora de dirigir el sistema de producción de la

sociedad», insertándolo en el marco de un problema teórico mucho mayor, «la

correlación entre relaciones de producción objetivas y la actividad subjetiva y

voluntaria de los seres humanos». Nadie era tan ingenuo como para no

interpretar aquellas líneas como una advertencia al Estado, cuya política

económica estaba provocando un daño enorme.

La economía no fue, sin embargo, la única ciencia que floreció en estos

años. Otros ámbitos del conocimiento estaban también en un estado de

efervescencia, dando a conocer nuevas dimensiones de la vida social y

cultural, planteando preguntas pertinentes y tendiendo peligrosamente hacia la

arena política. La revista Novyi Mir se había convertido en el escaparate del

pensamiento crítico en muchos terrenos, no sólo en el literario. Las 150.000

copias que se publicaban mensualmente y que llegaban hasta los rincones más

recónditos del país eran aguardadas con impaciencia, y llegaban repletas de

información y de análisis sobre Occidente y de una embrionaria visión

socialdemócrata sobre la Unión Soviética. Jrushchov fue el primer protector

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