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el siglo sovietico

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intenciones del otro lado se convirtió en una suerte de juego de las

adivinanzas.

La guerra fría fue un episodio curioso. Vista desde Moscú, su inicio

dramático cabe situarlo en el lanzamiento de las bombas atómicas sobre

Japón. Pero si damos crédito a las memorias de Berezhkov, había empezado

algo antes, con el retraso de los norteamericanos a abrir un segundo frente —

occidental—: Stalin consideró aquella demora una treta de Estados Unidos,

empeñados en entrar en combate después de que sus rivales alemanes y

soviéticos se hubieran enzarzado en una batalla que los dejaría exhaustos [4] .

Este retraso, y el uso del arma atómica contra Japón, fue visto como la prueba

del deseo de Estados Unidos de dejar patente que se había iniciado una nueva

etapa en las relaciones internacionales, una declaración cuyo destinatario no

era Japón, sino la URSS y el resto del mundo, y también lo interpretó así la

cúpula soviética. No podemos descartar que este fuera el planteamiento de

Estados Unidos en aquel momento. Asimismo, pertenecen al terreno de la

especulación los efectos producidos en las relaciones de posguerra si se

hubiera iniciado un segundo frente un año antes o no haber lanzado la bomba

atómica sobre Hiroshima y Nagasaki. Sea como fuere, el curso de la guerra y

de la posguerra llevó a la URSS a asumir el papel de superpotencia y a una

carrera armamentística que sirvió para perpetuar los peores rasgos, y los más

conservadores, del sistema, así como a reducir la capacidad del mismo para

reformarse.

Entre las consecuencias de la guerra fría, debemos destacar que Estados

Unidos se vieron en una posición que les permitía ejercer una influencia y una

presión considerables sobre la manera de pensar de los jerarcas soviéticos. El

viejo mundo, es decir, Inglaterra, Francia y Alemania, que hasta entonces

había sido el modelo, cedió su lugar al nuevo mundo: Estados Unidos se

convirtió en la vara de medir que usarían los soviéticos para evaluar su

rendimiento en el terreno de la economía, de la ciencia, de la capacidad

militar y, por descontado, del espionaje. Ni la población soviética ni

Occidente tuvieron conocimiento del impacto de esta reorientación hacia

Estados Unidos (hoy sigue siendo un vasto campo de investigación aún

virgen). Podríamos concluir que, gracias a Estados Unidos, los dirigentes de

la Unión Soviética llegaron a darse cuenta de la naturaleza sistémica de la

grave inferioridad de su país, aunque también es posible que hubiera quien se

negara a aceptar la realidad. Después de haber sido derrotados en la carrera

por llegar primero a la Luna, una carrera inútil a todas luces, la incapacidad

del país para poner en marcha una nueva revolución científica e informativa, a

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