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el siglo sovietico

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recobraron la confianza en sí mismos: aumentaron los salarios y los arrestos

se ceñían a unas normas mucho más estrictas. Asimismo, la evidente

discreción que rodeaba a la agencia de Yezhov después de su caída convenció

a los cuadros del Partido de que habían recuperado terreno frente al aparato de

seguridad, aunque varios líderes regionales y urbanos fueron purgados, así

como varios chekistas caídos en desgracia por haberse desviado del recto

camino.

Jlevniuk también insinúa que el fin del terror de masas se debió a que

Stalin sentía que había logrado su prosaico objetivo: rejuvenecer a los cuadros

del Partido. (Debemos destacar lo curioso del método pedagógico empleado

para dar cancha a los nuevos talentos). En el XVIII Congreso del Partido, en

marzo de 1939, Stalin anunció que, entre abril de 1934 y marzo de 1939,

habían reclutado a más de 500.000 cuadros para insuflar un aire nuevo a la

administración del Estado y del Partido, especialmente en las altas esferas. A

principios de 1939, de los 32.899 funcionarios que formaban parte de la

nomenklatura bajo las órdenes del Comité Central (del comisario del pueblo a

los funcionarios del Partido que desempeñaban funciones importantes por

orden del Comité Central), 15.485 habían sido nombrados entre 1937 y 1938.

Una cifra interesante, ya que en ella se encuentra el grupo posterior a la purga,

la denominada «promoción de Stalin». La rapidez en su ascenso fue

extraordinaria, pues muchos ni siquiera habían finalizado los estudios. Entre

ellos se encontraban las personas que habrían de dirigir los destinos de la

URSS tras la muerte de Stalin.

Después del desastre que supusieron las purgas en número de vidas

humanas, las mayores pérdidas se sucedieron en el terreno de la economía.

Nombrados inmediatamente después del terror, los nuevos cuadros se

encontraron en sus despachos con sillas y escritorios vacíos, y con la

evidencia de que sus predecesores no estaban ahí para introducirlos en su

nuevo cometido. Inexpertos, muchos de los recién llegados no se atrevían a

dar ningún paso. Las purgas habían destruido la disciplina y habían minado la

productividad, aun cuando muchos en Rusia se empeñaran en sostener lo

contrario. Las agencias gubernamentales estaban llenas de todo tipo de

personajes torvos. Para poner remedio a la situación, se decidió rehabilitar a

algunos «expertos honrados», si aún seguían con vida, y liberarlos de los

campos. Entre ellos había figuras militares —futuros generales y mariscales,

académicos, expertos en estrategia o ingenieros— como Rokossovski,

Meretskov, Gorbatov, Tiulenev, Bogdanov, Jolostiakov, Tupolev, Landau o

Miasishchev. El eminente experto en misiles Korolev tuvo que esperar hasta

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