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el siglo sovietico

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entrevistas realizadas a desempleados de ciudades pequeñas y medianas

revelaron que no querían trabajar lejos de casa, ni siquiera cuando existía

demanda. Los entrevistados eran, fundamentalmente, mujeres jóvenes con

hijos y que carecían de estudios y aptitudes.

Debemos prestar una atención especial a la creación de puestos de trabajo

para jóvenes, no sólo en el caso de los que habían llegado a la edad mínima

para trabajar, dieciséis años, sino también entre los adolescentes de catorce y

quince años que por diferentes razones habían dejado la escuela

prematuramente. A menudo no había ofertas para ellos, y la legislación

laboral prohibía emplear a jóvenes que no hubieran acabado la educación

obligatoria, a pesar de que únicamente el 60 por 100 de los chicos que

acababan esta etapa pasaban a la educación superior. La Oficina Central de

Estadística calculó que, el 1 de julio de 1963, unos 2 millones de chicos de

entre catorce y diecisiete años no iban ni a la escuela ni trabajaban. Otro

estudio del mismo órgano, con fecha del 1 de octubre de 1964, dio como

resultado una cifra aún mayor.

El deterioro de la situación laboral durante los últimos años se «debía en

parte a errores de cálculo atribuibles a las agencias económicas y de

planificación, y a errores de la política económica», concluía el informe, que

no se andaba con rodeos a la hora de identificar a los culpables. Esta escasez

había limitado la eficacia de la inversión, sobre todo de resultas de una

distribución regional de los activos defectuosa. Recientemente se había

observado una redistribución hacia el este de las inversiones, a sectores como

la minería y la generación de electricidad, más concretamente con la

construcción de grandes centrales hidroeléctricas. Esta política, sin embargo,

no se vio respaldada con los incentivos suficientes para que la mano de obra

se decidiera a trasladarse a esas regiones. Asimismo, en otra decisión errónea,

se recortaron las inversiones en las zonas donde existía un excedente de mano

de obra.

La creación de puestos de trabajo dependía de la inversión de capital, pero

esta última disminuía como consecuencia de la «congelación» de grandes

cantidades de materiales, como equipos sin instalar o canteras abandonadas,

que representaban grandes sumas de dinero. Concluir esos proyectos y poner

en marcha otros nuevos habría bastado para dar trabajo a 15 millones de

personas, dos tercios de las cuales en el sector industrial. Este número

duplicaba los puestos de trabajo que se habían creado durante todo el último

plan quinquenal. El mal uso de las inversiones, sin embargo, también se debía

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