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el siglo sovietico

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reducir el principal periódico del Partido a una sola hoja, Pravda publicó el

artículo.

Otro ejemplo más de estos debates sobre cuestiones de importancia fue el

análisis del golpe frustrado en Varsovia, que tuvo lugar durante una

conferencia del Partido a finales de 1920. Una parte de las discusiones se

celebraron a puerta cerrada, y por lo tanto no hay actas, pero la otra parte fue

pública y ahí un líder del Partido como Radek pudo burlarse de Lenin, y así lo

confirman los documentos, con frases como «Te lo advertimos». Junto con

otros dirigentes, había afirmado que los obreros polacos se opondrían a las

tropas rusas y que la contraofensiva sobre Varsovia era un error. Desconozco

quiénes fueron los instigadores de la aventura polaca, pero Lenin dio su

respaldo a la idea con la esperanza de espolear a la izquierda alemana. No

cabe duda de que los comentarios hostiles de Radek no le hicieron ninguna

gracia, pero no tenía más remedio que escucharlos. También Trotski se opuso

a la operación —de ahí tal vez el plural de Radek—, y así lo manifestó en el

XI Congreso del Partido, sin que nadie le contradijera, una reacción

totalmente aceptada en aquellos años. El sector más izquierdista del Partido

estaba en contra de la operación y Lenin se había equivocado.

Pero también se trataban en público o en la prensa del Partido asuntos de

mayor calado, como se puede comprobar en las actas de los congresos y de

las conferencias del Partido. Lenin no era el único que reaccionaba ante los

problemas que afectaban al Partido. Su organización era pobre a pesar de

estar en el gobierno, y era plenamente consciente de sus puntos débiles y del

bajo nivel de los cuadros y de la prensa, aunque también se resentía de la

proliferación de disputas internas y «camarillas», especialmente entre los

jerarcas locales y centrales. Uno de los retos más importantes a los que debía

enfrentarse era el abismo cada vez mayor en términos de poder y de

privilegios que separaba a quienes formaban parte de la cúpula y a los

militantes de base, un fenómeno especialmente inquietante en un Partido

igualitario de «camaradas», tipos que en su mayoría rayaban la pobreza. El

problema se abordó abiertamente en las organizaciones y en la prensa del

Partido, y la cúpula, consciente del grado de malestar, trató de buscar una

solución.

Pero no eran las quejas de la base la única voz discordante que debía

soportar una cúpula en ocasiones reticente a ello, ya que los dirigentes

también planteaban problemas sociales y políticos y los discutían

abiertamente, señalando los peligros a los que estaba expuesto el Partido.

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