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el siglo sovietico

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los primeros congresos y los de los últimos permite hacerse una idea de la

profundidad de esta metamorfosis. El leninismo era una estrategia, o más bien

un conjunto de estrategias, para transformar la sociedad. El bolchevismo era

una organización del Partido que contaba con diferentes estructuras que

garantizaban su funcionamiento como tal. Su objetivo era preservar el

carácter popular del Estado incipiente y alejarlo de las afinidades

conservadoras que pudiera tener con cualquier forma pretérita de despotismo.

Las discusiones políticas eran un procedimiento habitual, los intercambios

solían ser encendidos y las decisiones se tomaban por mayoría. Prácticamente

todas sus figuras principales, y también algunos personajes menores, habían

discutido con Lenin, y en ocasiones airadamente, sobre la estrategia política.

Los debates ideológicos eran un rasgo normal de la manera de actuar de la

cúpula del Partido, y no sólo en el restringido círculo del Politburó, sino

también durante las sesiones del Comité Central y, más genéricamente, en los

congresos y en las conferencias del Partido.

Incluso durante la guerra civil, cuando se movilizó a los cuadros del

Partido y debían desplazarse desde el frente para asistir a las reuniones, los

congresos y las conferencias se celebraban con una periodicidad anual, como

lo exigían los estatutos del Partido. Las actas nos ofrecen una imagen clara

del transcurso de esas reuniones: la gente no sólo hablaba de política, sino que

discutían de política, presentando informes y contrainformes, y la presidencia

podía mandar callar a un orador de la facción mayoritaria para que un

representante del grupo minoritario pudiera ejercer su derecho a expresar sus

opiniones o a refutar la postura mayoritaria. Por muy respetado que fuera,

Lenin solía ser el blanco de ataques furibundos y reaccionaba en ocasiones

encolerizado. Pero la sangre no llegaba al río, porque ésas eran las reglas del

juego. Unos años más tarde, no quedaba ni rastro de estos procedimientos. A

la vista de cómo evolucionarían las cosas, no está de más repetir que Lenin no

fue el objeto de un «culto», ni antes, ni después de la Revolución. Aun así, si

pudiéramos usar la palabra «carisma» sin connotarla metafísicamente,

podríamos afirmar que Lenin poseía carisma. El embalsamamiento de su

cuerpo, y el consiguiente proceso de «beatificación», se produjo en una

ceremonia especialmente preparada para la ocasión, a pesar de las protestas

de su esposa y de su familia. Este hecho contribuyó a matarlo políticamente

más que si hubiera sido enterrado en una ceremonia normal.

Fundador y líder del Partido y del Estado, Lenin jamás se comportó con

los suyos como un déspota o un dictador. Le gustaba la autoridad genuina,

aunque tanto como a otros líderes que tuvieron más de un encontronazo con él

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