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el siglo sovietico

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El análisis inicial de la «filosofía del cuadro», pero también los trastornos y el

sufrimiento humano que se observan alrededor de 1933 a raíz de los fracasos

de la «colectivización» del campesinado y de un proceso suicida de

industrialización, por no hablar de la hambruna que asoló a Ucrania y a

determinadas partes de Rusia, nos llevan a no sorprendernos lo más mínimo al

comprobar que se recurrió mayoritariamente a esta «medicina preventiva»,

simbolizada por las sangrientas purgas masivas. La política del gobierno,

especialmente en las zonas rurales, podía desencadenar en cualquier momento

una oleada de protestas, y Stalin corría el riesgo de acabar siendo el objeto de

las críticas, algo que le resultaba bastante inaceptable, de modo que lanzó una

espectacular campaña para desviar la atención. Se adoptaron medidas

represivas, pero algo más se respiraba en el ambiente. En su discurso en la

reunión del Comité Central de enero de 1933 sobre el estado de la nación,

Stalin se refirió a una horda de enemigos que socavaban los cimientos del

régimen. Con todo, a pesar de estos signos ominosos, las medidas que se

adoptaron en mayo de 1933 fueron en la dirección contraria e hicieron del

«interludio» imprevisto de 1933 a 1934 un período notable. Un país a las

puertas del hambre tal vez no esté dispuesto a creer que el líder supremo no

tiene ninguna responsabilidad por la situación. Antes de desatar el terror, y de

presentarlo como una demostración de fuerza, era preciso mejorar la

coyuntura económica y devolver a Stalin su prestigio. El líder estaba inmerso

en la planificación de aquella orgía sangrienta, pero lo hacía ante todo con

método.

EL «INTERLUDIO»

El XVII Congreso del Partido se celebró en abril de 1934. Bautizado como el

«Congreso de los vencedores», cantó las alabanzas del principal triunfador,

Stalin, pero también marcó la línea de pacificación interna que se había

iniciado un año antes, al brindar a los opositores la ocasión de asistir, sobre

todo para arrepentirse en público de sus errores. También fueron

sorprendentes la decisión de reducir sustancialmente los índices de

crecimiento establecidos para el segundo plan quinquenal (1933-1937) y el

llamamiento a respetar más si cabe la legalidad en el país. El Congreso

proclamó a bombo y platillo la nueva línea, y dio muestras de que el régimen,

finalmente, tenía los pies en el suelo. Ese mismo año se celebró un Congreso

de Escritores, en el que se debatieron cuestiones literarias y se recordó al

fallecido secretario del Sindicato de Escritores. Por aquel entonces, pasó algo

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