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el siglo sovietico

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a que un porcentaje elevado del dinero se destinaba a centros regionales y de

las repúblicas, y a ciudades industriales de importancia donde escaseaba la

mano de obra. Todo esto provocaba un crecimiento de estas urbes a costa de

las ciudades pequeñas o medianas y del campo. El crecimiento excesivo de

las grandes ciudades comportaba una poderosa inversión en infraestructuras y

en viviendas, a pesar de que algunas donde ya había alojamiento de sobras

para los ciudadanos no siempre podían optimizar el uso de la mano de obra

local, y la desaprovechaban incluso.

Los obstáculos para una distribución racional de la mano de obra y del

trabajo se vieron agravados con la restricción que Jrushchov impuso a las

parcelas familiares en el campo, lo que provocó la pérdida de 3,5 millones de

puestos de trabajo en el sector, según cifras de la Oficina Central de

Estadística, así como una grave escasez de comida en las ciudades y en el

campo. Las estimaciones indicaban que, para mantener los niveles existentes

de consumo de carne y productos lácteos de los koljozniks que se habían visto

privados de sus terrenos, los koljoses deberían aumentar su producción de

leche y de productos lácteos en dos tercios, la de carne y de manteca en tres

cuartos, la de huevos en un 150 por 100, la de patatas en un 50 por 100 y la de

verduras, melones y calabazas en dos tercios. Estas cifras ponían de

manifiesto la importancia de esas tierras como fuente de alimentación y de

ingresos: aproximadamente, la mitad de lo que la gente recibía procedía de los

koljoses. La restricción de los terrenos familiares a través de medidas

administrativas, especialmente en las ciudades pequeñas y medianas, donde

eran muy habituales, no hizo sino acrecentar el problema de la mano de obra.

La gente que se había visto privada de su fuente de ingresos estaba en la

obligación de encontrar un trabajo para sustituir aquella ocupación, pero el

trabajo era en las ciudades un bien escaso. (Esta decisión insensata de

Jrushchov explica en gran medida el descontento popular y los estallidos de

violencia que condenaba el KGB, que carecía de los medios para

contenerlos).

Aquella llegada masiva e imprevista de habitantes rurales a las ciudades

complicó más si cabe la situación del mercado laboral. Entre 1959 y 1963,

unos seis millones de personas procedentes del campo desembarcaron en las

urbes. La mayoría eran jóvenes y menores de veintinueve años. Este hecho

era positivo en sí mismo, pero no cuando se producía bajo unas condiciones

de un crecimiento lento en la producción y en la productividad laboral del

campo. Buena parte de los recién llegados no huían de regiones donde había

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