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el siglo sovietico

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importancia en el gobierno y siguió teniendo a su cargo todo el aparato

represivo y los cuerpos militares, en total más de un millón de personas.

Algún episodio de esta rápida secuencia de acontecimientos hizo que

Jrushchov se pusiera en guardia. No acabo de entender cómo consiguió

convencer a Malenkov para que abandonara a su compinche, pero Beria fue

arrestado el 26 de junio de 1953, durante una reunión del Politburó. Días más

tarde, otros funcionarios del MVD corrieron su misma suerte. Se decidió

desmantelar las estructuras industriales del ministerio y el 1 de septiembre se

abolió el «consejo especial» extrajudicial. Pero los cambios no se detuvieron

aquí.

Con todo, no se hizo pública la historia real de las fechorías de Beria y sus

socios, porque nadie le habría dado crédito. En su lugar, se presentó ante la

población una conspiración típicamente estalinista. Es imposible saber si

Beria quería realmente eliminar al resto de sus colegas. Además, la mayoría

de los líderes en el poder, por no decir todos, habían firmado o transmitido

documentos que ordenaban la ejecución de personas inocentes, de modo que

se arriesgaban a verse también salpicados. En su lugar, solamente uno de los

principales líderes, un individuo peligroso sin lugar a dudas, y algunas figuras

de menor importancia pagaron por los crímenes de otros estalinistas, que aún

no se habían pronunciado al respecto de todo el pasado sangriento que

llevaban a sus espaldas. Hay un elemento que, sin embargo, destaca del resto:

de la noche a la mañana, se puso fin a las terribles «investigaciones», a las

acusaciones falsas y a los juicios que estaban en marcha, y especialmente a la

«conjura de los médicos». Las víctimas fueron rehabilitadas y los doctores

regresaron a su lugar de trabajo en el Kremlin. Poco después, se producirían

más rehabilitaciones y excarcelaciones, aunque no estuvieron rodeadas de la

misma publicidad.

Todo aquello era una señal inequívoca de que algo se movía. Ilia

Ehrenburg calificaría estos cambios como «deshielo» en una novela

homónima, aunque entre los jerarcas había aún diversas figuras que se

mantendrían fieles a Stalin durante el resto de su vida y que no renegarían de

su pasado. Cuando, en 1956, Nikita Jrushchov lanzó el sensacional ataque

contra Stalin en el XX Congreso del Partido, la sociedad soviética, y

especialmente la intelligentsia, comprendió que se habían acabado para

siempre los días de los juicios espectáculo estalinistas y de las detenciones y

las ejecuciones arbitrarias. Pero el deshielo no se inició en aquel congreso: sus

participantes estaban tan sorprendidos como el que más y muchos estalinistas

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