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el siglo sovietico

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Es probable que Stalin lo «sugiriera» a la una o a la otra, aunque se trate

de algo en última instancia irrelevante. Con todo, logró lo que buscaba: no

sería el blanco de ningún ataque directo durante el congreso. El 16 de abril

declaró a los miembros del Comité Central que «tal y como está, el artículo de

Lenin no podrá ser publicado», y atacó a Trotski por haber privado a los

delegados reunidos de un documento tan importante, un acto que calificó de

«desleal». Mintió, y no dudó en seguir haciéndolo: «Creo que debería

publicarse pero, por desgracia, como señala la carta de Fotieva, el texto no se

puede publicar porque no lo ha revisado el camarada Lenin».

El Presidium del XII Congreso del Partido puso a disposición de los

miembros del restringido «consejo de los ancianos» (sen’orenkonvent) todas

las notas de Lenin sobre la cuestión nacional, y les informó de las decisiones

del pleno del Comité Central sobre el incidente georgiano. Los participantes

en la sesión que se ocupaban del asunto, no obstante, y por implicados que

estuvieran en la cuestión, no verían estos materiales.

El Presidium también declaró que el Comité Central había conocido el

contenido de las notas de Lenin en vísperas del congreso, y no de resultas de

la acción de ninguno de sus miembros, sino a raíz de las instrucciones de

Lenin y de su deteriorada salud. El rumor que afirmaba que un miembro del

Comité Central había bloqueado su publicación no era sino una calumnia, lo

que exculpaba a Trotski de la acusación de Stalin de privar a los delegados

asistentes al congreso del texto.

Estas peleas sobre qué había que hacer con los textos y quién debía

mostrarlos son un ejemplo de las pequeñas intrigas que se cocían en el

congreso, pero lo que estaba en juego era mucho más importante: quién

permanecería en el poder y cómo sería ese poder. ¿Continuaría (o retomaría)

la dictadura la orientación social y populista del bolchevismo? ¿O adoptaría,

en la teoría y en la práctica, una postura profundamente conservadora y

absolutista (velikoderzhavnost’) contra el bolchevismo, cuyos cuadros seguían

siendo socialistas y se oponían a la perpetuación de una forma de Estado cuyo

origen estaba en los modelos del pasado?

Por sorprendente que parezca, en su nota a Kamenev, Trotski perdió el

sentido de la realidad. Si la postura de Stalin constituía semejante amenaza,

¿bastaba para enfrentarse a ella con ofrecer a los partidarios del poder

absoluto chovinista (velikoderzhavniki) un compromiso frágil, pedirles que

mostraran una mayor lealtad y que pusieran fin a sus intrigas y a sus poses?

¿Podían pedirle a Stalin que se comportara con lealtad? Este episodio

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