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el siglo sovietico

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INTRODUCCIÓN

Los años treinta ocupan un lugar muy especial en la historia relativamente

corta del sistema soviético. En primer lugar, porque constituyeron un drama

de gran intensidad en un país que no se había recuperado aún de los estragos

de la primera guerra mundial y de la guerra civil (1918-1921). En segundo

lugar, porque aunque la breve Nueva Política Económica (NPE) de los años

veinte logró restaurar unos niveles nacionales mínimos de viabilidad política

y física (biológica), se quedó corta a la hora de preparar al país para

enfrentarse a los desafíos internos y especialmente externos que se dibujaban

en el horizonte. El inicio repentino de los planes quinquenales (piatiletki) fue

el desencadenante de una serie de episodios sorprendentes e imprevistos, el

primero de los cuales fue el «gran impulso» estalinista, con la recesión

económica sufrida por Estados Unidos y Europa como telón de fondo, y que

se detuvo al llegar a las fronteras de la Unión Soviética. El segundo fueron los

levantamientos internos que se produjeron a raíz de esta nueva política. Aquel

proyecto nacional sin precedentes, dictado y llevado a puerto por una elite

decidida y un líder supremo implacable, un esfuerzo que descansaba

principalmente en el aparato coercitivo del Estado, impulsó un sinfín de

cambios que afectaron a todos los ámbitos y cuyos efectos repercutieron

ostensiblemente en el propio régimen, tanto que de ahí nació un nuevo

sistema estatal sui generis que, cuando menos en esas fases iniciales,

simbolizaba, y no sólo a los ojos de algunos actores sino también a los de los

observadores internacionales, el afán por alcanzar una forma más elevada de

justicia social. Otros, especialmente unos años más tarde, lo consideraron

como una nueva forma de sumisión al Estado.

Es legítimo preguntarse por los motivos que, durante ese período, hicieron

posible que un mismo sistema concitara opiniones encontradas. Con todo, hay

algo que es innegable: el país atravesaba una fase de cambios vertiginosos.

Un (hipotético) funcionario del Partido o del gobierno que por alguna razón u

otra hubiera desempeñado labores en el extranjero durante los primeros años

del plan se habría quedado de piedra a su regreso al comprobar los

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