26.05.2020 Views

el siglo sovietico

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

infructuosas. Indefensos ante el terror del Estado, a algunas personas no les

quedaba otra opción para defenderse. Según una fuente, los suicidios se

contaban por millares. En 1937, se produjeron sólo en las filas del Ejército

Rojo 782 casos. Un año más tarde, la cifra aumentó hasta 832, sin contar los

casos en la marina. Estos suicidios no siempre eran actos desesperados

cometidos por personas que se sentían impotentes; también eran valientes

manifestaciones de protesta.

Los disturbios sociales que provocaron el «gran salto adelante» —los

movimientos de población masivos, especialmente los que se pueden

encuadrar bajo el término tekuchka— y la necesidad de controlar a los

sectores más duramente golpeados por la crisis llevaron al régimen a adoptar

dos estrategias de dinámicas contradictorias:

1. el recurso a diferentes formas de represión, a las que se referían con la

palabra shturmovshchina (tormenta): grandes campañas para cumplir

con los objetivos fijados al precio que fuera;

2. la construcción de una burocracia hipertrofiada para controlar los

flujos de población, sistematizándolos y canalizándolos.

Aparentemente inevitables, estas estrategias se contradecían entre sí. Las

campañas de movilización se alternaban con, o eran simultáneas a, los

intentos por «regularizar» las cosas: en definitiva, el míster Hyde del terror se

enfrentaba al doctor Jekyll de la burocracia, proclive a la planificación, a la

estabilidad y a la «ocupación». Ambos representaban las dos caras de la

moneda del régimen.

Esta alternancia de palos y zanahorias se mantuvo incluso durante el

apogeo del terror, y en las sangrientas purgas de 1937-1939, aunque al ritmo

que éstas marcaban. La incapacidad para mantener un curso constante de los

acontecimientos y la preferencia innata por los cambios bruscos acababan

provocando siempre una estela macabra que había que eliminar antes de dar

inicio a la siguiente movilización [3] . Esta preferencia innata era el distintivo

de una concentración de poder considerada como la única vía posible para

llegar hasta el final del camino escogido. Fuera cual fuese este camino, arduo

o más suave, el régimen jamás perdió la querencia compulsiva por un estricto

centralismo que se erigía en el único punto fijo en medio de una situación

caótica, un punto de vista que no carecía de lógica: la empresa monumental

en que se habían embarcado jamás podría haber nacido desde abajo, y era

imposible dirigirla también a escala local. No obstante, este centralismo daba

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!