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el siglo sovietico

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sido criticado con dureza por el anterior jefe de dicho departamento por

haberse «insubordinado» al querer convertir la Academia de Ciencias

Sociales, de la que era director, en un centro de investigación serio. Andropov

le comentó que era necesario cambiar el enfoque para acelerar el avance

científico y tecnológico, y para mejorar asimismo la situación de las ciencias

sociales, un terreno que Trapeznikov había maltratado. La Academia debía

centrarse en la investigación y abandonar la producción de textos ideológicos

vacuos.

En 1983, Andropov nombró a V. I. Vorotnikov, viceprimer ministro de la

Federación Rusa, primer ministro y miembro del Politburó. El diario privado

que éste escribió [8] se añade a la lista de materiales que nos permiten

completar la semblanza de Andropov. Vorotnikov quedó gratamente

sorprendido por su inteligencia, evidente a partir de las charlas que

mantuvieron. Sus notas, tomadas durante las reuniones del Politburó, nos

muestran a un Andropov decidido, incisivo, valiente a la hora de abordar

problemas más complejos, desde la disciplina laboral hasta el funcionamiento

de la economía y la búsqueda de un nuevo modelo. Concebía el cambio de un

modo sumamente pragmático: quería ampliar gradualmente el alcance de las

reformas. El primer paso de importancia que dio en el terreno económico fue

permitir que las fábricas se autofinanciaran totalmente, es decir, que

gestionaran ellas mismas los costes y los beneficios. Con todo, Vorotnikov, un

novato que aún no estaba del todo habituado a las prácticas del Politburó, no

menciona los comités de altos funcionarios que se crearon para diseñar estas

medidas, y desconocía los planes de Andropov acerca de la reforma del

Partido. En este sentido, debemos buscar otras fuentes de información.

Al tiempo que Andropov iba poniendo sobre la mesa sus primeros

proyectos, modestos, seguía planeando otras iniciativas y hablaba de ellas:

«Tenemos que cambiar la maquinaria económica y el sistema de

planificación». Un grupo de trabajo que tal vez ya existiera antes de que

llegara a la secretaría general se puso manos a la obra. Entretanto volvieron a

emerger las conspiraciones, que Jrushchov había reducido o proscrito. Y

desde la cúpula se lanzó un aviso a la administración del Estado: los

departamentos ministeriales no habían dado ejemplo de ser organizaciones

eficaces y no habían logrado crear las condiciones para que se diera un

«ambiente de trabajo normal y sumamente productivo» [9] .

Estas medidas fueron importantes, aunque predecibles, y no parecían ser

sino la punta del iceberg. No obstante, las actas de las reuniones del Politburó

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