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el siglo sovietico

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para Oriente y Occidente los eslóganes revolucionarios y la creación del

Komintern. Sea como fuere, todo debía quedar en entredicho y era preciso

reubicar tales postulados en su perspectiva histórica. Fiel a su carácter, Lenin

reconoció la importancia de los cambios acontecidos en Rusia y en el mundo

y se dispuso a reformular muchos aspectos de su antigua estrategia, hasta el

punto de diseñar una totalmente nueva. Obligado a reaccionar ante unos

hechos históricos dramáticos, modificó su perspectiva y su plan de acción.

Todo esto elimina la posibilidad de considerar su «ismo» como una ideología

inflexible, a pesar de la opinión generalizada en sentido contrario, que afirma

que era una filosofía sumamente rígida.

LENINISMOS Y LA ÚLTIMA REVISIÓN

El «ismo» que nos interesa fue cobrando forma gracias a unas condiciones

históricas que cambiaron de manera súbita. El período de preguerra, cuando

se creía que la revolución que estaba por llegar sería liberal, la crisis que

desencadenó la primera guerra mundial, los hechos de 1917 y sus diferentes

interpretaciones, la guerra civil y el comunismo de guerra y, por último, la

NPE representaban, cada uno, coyunturas lo suficientemente diferentes entre

sí que obligaron, en cada fase, no sólo a realizar un nuevo diagnóstico de la

situación, sino a diseñar una nueva estrategia y a definir sus objetivos. Es

perfectamente posible que la esencia del «leninismo» no fuera sino la

capacidad de Lenin para conceptualizar y poner en marcha estas fases. De ser

así, podemos distinguir, como mínimo, tres leninismos, siendo el último

particularmente interesante.

En 1921, con la llegada de un período de paz al país, la revisión y la

adaptación que Lenin realizó de sus postulados abarcó todos los aspectos del

sistema que había que construir, e incluso su ideología. El 27 de marzo de

1922, declaró ante el XI Congreso del Partido, el último en el que participaría,

que «el coche no viaja en la dirección que el conductor cree haber tomado»,

una declaración «típicamente» leninista, sobre todo al añadir: «debemos

replantearnos nuestras ideas sobre el socialismo». Tras estas palabras hubo

otras declaraciones de la misma índole durante 1922 y hasta mayo de 1923,

en lo que se conoce como su «testamento» [3] . Sin embargo, durante el XI

Congreso, a pesar de su frágil salud a causa de la enfermedad, Lenin ya había

puesto sobre la mesa unas cuantas ideas nuevas que preparaban el camino

para una revisión en profundidad de conceptos y prácticas del pasado.

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