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el siglo sovietico

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tan miserable como meteórico había sido su ascenso. Después de él, el

Estado-Partido (o el Partido-Estado) desaparecería sin que se derramara

sangre, en un episodio en el que las formidables fuerzas de seguridad,

intactas, recibieron la orden de no abrir fuego. Éste fue otro de los logros de

Gorbachov, pero ello no evitó que la impotencia se apoderara de él y el líder

perdió el mando. De hecho, no había nadie contra quien disparar, ya que el

sistema no había cedido ante la ira de una masa enfurecida. A continuación

llegaron las «reformas» que han conducido a Rusia a una nueva forma de

subdesarrollo.

DIAGNÓSTICO

Términos como «paradoja» o «ironía» son de lo más adecuados para calificar

el destino histórico de Rusia. Pero también lo es la imagen de su pueblo

llevando a lomos una pesada carga, a la manera de los bateleros del Volga que

cargaban a cuestas los bultos mientras cantaban: «Los ingleses, que son listos,

lo hacen fácil; se sirven de máquinas para cargar los fardos». Los rusos, sin

embargo, únicamente podían recurrir a la canción para infundirse ánimo.

Esta historia turbulenta, con todas sus derivas, ha provocado una profunda

angustia existencial en muchos rusos —o, más concretamente, en muchos

habitantes de Rusia—, una sensación perfectamente expresada por la palabra

toska y todos sus matices, desde la melancolía a la depresión, pasando por la

tristeza y la angustia. Podemos añadir a esta imagen el concepto de unynie

(desesperación), y una pizca de conmiseración por uno mismo, por supuesto.

Una poderosa mezcla de penas, una mezcla que solamente otra combinación

de sensaciones puede eliminar… Estos sentimientos, más una dosis

insoportable de cinismo, impregnan las canciones populares que hablan del

hampa y de su apego por los cuchillos, una herramienta ideal para zanjar

disputas y el símbolo de todo un estilo de vida. Antes de la perestroika,

cantantes como Okudzhava, Galich y Visotski apenas cantaban melodías

alegres: daban voz a un humor, el propio y el del país, en el que se

entremezclaban el rechazo, la conmiseración, la súplica y la desesperación. Y

no porque la gente no supiera lo que era la alegría en la URSS, porque

abundaba, sino porque estos artistas intuían que el país iba por el camino

equivocado y que la historia no sería benévola con él. En tiempos de

decadencia, crisis y estancamiento, los ricos y los bardos pierden la fe.

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