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el siglo sovietico

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no del infortunio, y confirma, asimismo, el carácter popular de la revolución.

Es sorprendente que los autores en los que me he basado aquí hablen de los

«soldados» sin mencionar que pertenecían al campesinado. En la introducción

a su Historia de la Revolución rusa, Trotski se refiere a ella como un

fenómeno fundamentalmente campesino, en el que participaron las masas

rurales, con o sin uniforme militar.

EL ATRASO DE RUSIA Y EL LENINISMO

El cuadro de la Rusia posrevolucionaria que hemos dibujado en la primera

parte (intelectuales marxistas, una gran masa de miembros del Partido e

incluso cuadros semialfabetizados, una industrialización acelerada y un culto

al líder directamente surgido de un viejo repertorio político) nos lleva a

centrar nuestra atención en la cuestión del atraso del país.

El síndrome fundamental de este subdesarrollo fue el cisma, el abismo

histórico, entre las elites y el grueso de una población aún rural. Factor

desestabilizador por sí mismo, esta distancia, profundamente arraigada en la

historia rusa, no podía sino exacerbar la crisis sociopolítica en curso. La

tendencia del Estado a responder a los problemas recurriendo a la represión

en lugar de optar por medidas más flexibles y por buscar acuerdos no debe

sorprendernos, y no es descabellado pensar que Stalin también lo creyera así.

La otra cara de ese mismo problema era la distancia histórica que había

entre un imperio subdesarrollado y los países desarrollados. En tal coyuntura,

los problemas por resolver vienen definidos tanto por los países «avanzados»

como por los que deben recuperar terreno. Cuanto más apremiante es la

necesidad de apretar el paso, mayor es la importancia del papel que tiene que

desempeñar el Estado, especialmente cuando la situación ya viene de lejos.

En el caso de Rusia, este problema era especialmente grave por la falta de

«cohesión» (tseplenie, un término utilizado por Miliukov) entre las diferentes

capas de la sociedad, que compartían un mismo territorio pero que vivían en

siglos diferentes desde un punto de vista económico, social y cultural. Lenin

había identificado claramente esta cuestión al diferenciar cinco capas o

estructuras socioeconómicas, que iban desde los campesinos sin tierra que aún

utilizaban arados de madera hasta los grupos financieros e industriales

ultramodernos de Moscú o Petrogrado. Los historiadores críticos de la URSS

emplearon estas estructuras (ukladi) para poner en entredicho las tesis

defendidas por los miembros más conservadores del Partido en los años

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