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el siglo sovietico

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en una revolución «plebeya». Y ésa fue la clave de su triunfo: los

bolcheviques lograron movilizar a un ejército sensacional formado por las

clases populares. La composición del Ejército Rojo es reveladora: los

soldados eran, en su mayoría, campesinos y obreros no cualificados que

habían servido en las filas zaristas; otros, como Jrushchov, se habían sometido

a un rápido entrenamiento para jóvenes mandos. Muchos miembros de la

intelligentsia ocupaban cargos militares y político-militares. La imagen se

complica más si cabe con la presencia de decenas de miles de antiguos

mandos zaristas, algunos de ellos hijos de la nobleza. Si bien algunos

miembros de este último colectivo desertaron para ingresar en las filas de los

blancos, fueron mayoría los que mantuvieron su fidelidad a los soviets. ¡Una

combinación ganadora!

Apenas hubo derramamiento de sangre en el período revolucionario en

sentido propio, desde finales de 1917 hasta principios de 1918. La tensión

aumentó posteriormente, y cuando estalló la guerra civil en julio de 1918, la

lucha fue despiadada y sangrienta, ya que ambos bandos se jugaban mucho: el

resultado de la contienda iba a determinar quién se haría con el poder en un

país que vivía sumido en un caos indescriptible. No había posibilidad alguna

de que ambos llegaran a un acuerdo: se trataba de una lucha sin cuartel.

Estos acontecimientos modificaron dramáticamente la manera de actuar

del Partido Bolchevique, que ya no tenía nada en común con la formación

anterior a la Revolución de octubre. No sólo habían remodelado de arriba

abajo la organización, sino que había variado la tipología de sus miembros

gracias a sucesivas oleadas de nuevos afiliados, que aportaban nuevas

maneras de pensar y de actuar. Conforme se aproximaba la paz, ingresaron en

el Partido más miembros que querían poner su grano de arena en una tarea

totalmente nueva: construir un Estado, administrar un país y diseñar una

estrategia para dirigir las relaciones internacionales. Durante un tiempo, los

cuadros más importantes eran quienes habían ingresado en el Partido durante

la guerra civil, una época que había servido para formarlos políticamente. De

ahí que muchos estuvieran a favor de una línea autoritaria incluso en tiempos

de paz. A partir de 1924, la tipología de los miembros se vería alterada por un

nuevo ingreso de partidarios, que llevaron al Partido lo que algunos miembros

de la vieja guardia consideraban elementos «vírgenes», es decir, sin la menor

experiencia política y que, a diferencia de los veteranos de la guerra civil, no

habían demostrado su compromiso con el régimen. Los viejos bolcheviques,

que solían ocupar cargos de responsabilidad, ya no reconocían al Partido: no

era una formación de revolucionarios entregados en cuerpo y alma a la causa

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