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CAP. I.—GUERRA DE LA INDEPENDENCIA. 123
iban á exigir de él la fuerza, la pericia y la tenacidad
de los enemigos de España.
No sigamos á Duhesme en su marcha. Tan desgraciado
en Gerona como sus tenientes en las proyectadas
expediciones á Zaragoza y Valencia, iba,
como ellos, á acogerse á los muros de Barcelona tan
traidoramente ocupados. Sus triunfos eran debidos á
esfuerzos de la astucia venenosa que caracterizó la
política de Napoleón en los principios de aquel año
funestísimo; sus derrotas, al patriotismo y al valor
de los españoles inquebrantables en su propósito de
rechazar la invasión extranjera. Frustrados todos sus
proyectos, así los ofensivos dirigidos á la sujeción
del Principado y á combinaciones importantes con
los demás ejércitos, como el esencialmente defensivo
de asegurar su comunicación con Francia, el general
francés iria á encerrarse en el recinto, entonces
inexpugnable, de la capital de Cataluña, esperando
en él refuerzos que no tardaría en enviarle su emperador,
preocupado con tanto y tanto revés como le
hacían saber sus generales, tan desgraciados todos
cual el en jefe del cuerpo de los Pirineos Orientales.